jueves, 28 de diciembre de 2017

MI AMIGO EL PADRE PEDRO JUAREZ



La Valera que yo conocí

José Rosario Araujo
Olvidarlo imposible. Recordar la Valera que conocí,  es impostergable  dejar de mencionar al Padre Pedro Juárez, párroco de la Iglesia San Pedro.
 
Recuerdo su figura vestida de negro, con su sombrero y paraguas,  recorriendo las calles valeranas.
Lo conocí de siempre, desde que tenía uso de razón. El Padre Juárez era amigo de mi familia y por ende amigo mío,  con quien compartí horas de conversación, con su clara simpatía y don de gente.
El Padre Pedro era un gran conversador que me hizo vivir interesantes tertulias junto a mi tío Pedro Rosario Magi, otro gran conversador sobre la antigua Valera, quien me sembró el interés por la historia de esta tierra.

Muchas veces acudí con mis tías; Ana y Esther Rosario Magi; y mi hermana Aura a sus misas sabatinas y siempre se dirigía a ellas en plena misa llamándolas por sus nombres y preguntándoles sobre el sermón que acababa de decir.

Cuando las Rosario llegaban tarde a la misa sabatina o había una misa de matrimonio y ellas  trataban de retirarse,  el Padre Juárez las llamaba por sus nombre para que no se fueran, muchas veces en pleno matrimonio suspendiendo el acto para llamarle la atención a estas damas trujillanas.
De la misma manera cuando ellas se sentaban muy atrás de los puestos, el Padre las llamaba por sus nombres para que se sentaran en los  primeros reclinatorios.

Mis tías pasaban trabajo, pero muchas veces acudían a esta iglesia y  a la casa parroquial de visita a sus hermanas Chepina,  y Flora, de quien gozaban de su amistad.

Recuerdo al Padre Juárez sacando de la Plaza San Pedro  a paraguazo limpio a las sectas que un día la invadieron promocionando la figura de un tal hermano Miguel.
No tengo dudas de que el Padre Juárez fue un gran personaje valerano, personaje de aquella Valera del respeto y de la caballerosidad.

Evoco que el Padre Juárez era un gran defensor de la moral y las buenas costumbres evitando que a su templo acudieran mujeres con los brazos descubiertos y menos con faldas cortas.
El presbítero era muy tradicionalista y era acompañado por su hermana Chepina en un órgano con canciones en latín.

Lamente mucho su muerte en el año de 1992 y acudí a sus exequias, enterrando a un gran amigo y personaje importante de aquella tierra de Mercedes Díaz.

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