Recordando
aquella ciudad
José
Rosario Araujo
Recuerdo
aquella ciudad cálida y amable que
era Valera en los años 70. Todavía no existía la Av. Bolívar
y la ciudad contaba con las avenidas 7 y 8.
En
esas avenidas estaba el Mercado Municipal situado en las
calles 12 y 13, en donde podías encontrar de todo tipo de mercancía,
desde comida, licores, artículos de quincalla, ferretería y juguetes.

Mis
tías y papá tenían una prima que vivía en la Av. 9 en la casa en donde existe
un restaurante, frente a la antigua Quemazón, llamada Aura Cornieles; que por
muchos años fue Secretaria Administrativa en el Colegio Eloísa Fonseca y cada
vez que la íbamos a visitar; en horas nocturnas; se encontraba la conocida
Ramona que era un personaje típico de la zona, ya que allí le daban comida.
La
Loca Ramona, como era conocida, siempre
recorría esa zona que era cercana al Mercado Municipal y era famosa por
intentar agarrarles a los hombres sus testículos.
Otro
personaje que recuerdo es Alicia, conocida como la Loca Alicia, que muchas
veces visito a mis tías para invitarlas a las fiestas de la Virgen de Duri. Ese
personaje siempre estaba llena de pulseras y vestida con ropa muy colorida.
Pero lo que si no puedo olvidar es su
gran dulzura, ya que si su presencia
producía temor en un niño de corta edad, su voz cálida y amable
eliminaba cualquier miedo que le podía tener.
También
conocí excelentes médicos en la ciudad de Valera; colegas de mi padre; como lo
fuere el Dr. Pedro Emilio Carrillo, quien bien entrado los años ochenta atendía
desde su consultorio en la Av. 12 entre calles 8 y 9.
También
recuerdo la recia figura del gran médico de origen merideño como lo fue Dr. Gil Manrique, que era igual
que el Dr. Carrillo, figuras muy respetadas de gremio médico.
Muchas
veces acudí con mis madres de crianza al hogar de la familia Gil y con la ingenuidad
de mis pequeños años admiraba a Marisol, hija del reconocido galeno que ya era una adolescente y yo con 4
o 5 años.
Otro
médico que recuerdo fue el Dr. Héctor Zambrano Quintero, que me unió una gran
amistad con su hijo Humberto, ahora reconocido tenor en Los Estados Unidos.
Con
Humberto practique judo y jiu-jitsu en el Gimnasio de la Gran Fraternidad
Universal, que quedaba en la Av. 10 con calles 6 y 7, contando como profesor al amigo Vladimir
Terán.
Otro
galeno que estuvo siempre presente participando en el Kinder Gabriela Mistral
fue el Dr. Raúl Díaz Castañeda, que recuerdo que siempre estuvo y está activo en todos los acontecimientos culturales y
sociales de la ciudad.
Para
nadie es un secreto los aportes de este médico larense a la ciudad de las siete
colinas y de mi parte un gran reconocimiento a su labor y un gran respeto a su
figura como padre, esposo y profesional.
Recuerdo
a mis amigos de crianza de mis primeros años como lo fueron Carlos y Alfredo
Romero, con quienes compartí varios años de mi niñez y que juntos tuvimos una
infancia bastante divertida en donde yo me pasaba en su casa y ellos en la mía.
Eran
hijos de un gran médico zuliano el cual tengo excelentes recuerdos y un gran
aprecio como lo fue el Dr. Remigio Romero, su esposa Elda y su pequeña hija María
Eugenia.
Muchos
juegos compartimos, bastantes años en donde disfrutábamos el carnaval
disfrazados de los tres mosqueteros en donde nos enlazábamos en temibles
encuentros a espada, que terminaban con el rompimiento de nuestros sables.
Participamos en los carnavales del Kinder Gabriela Mistral y de las Residencias
Panigón, realizados por la Nena Medici.
Estudie
a partir del tercer grado en el Colegio Salesiano y de allí recuerdo a muchos de mis compañeros de estudio como lo
fueron Armando Vásquez, Héctor Bin, Felix Terán, Alejandro Peña Terán, Andrés
Serra, Gian Carlo Richardi, Carlos Contessi, Teofilo Uzcategui, José María
Carrillo, José Celis Sarcos, Rafa Rojas,
entre los muchos que compartieron los
años que curse en esa casa de estudios.
Siete
años pasaría en el Salesiano, en donde la educación era demasiado rígida,
contando con un horario de clase de las 7:45 a.m hasta las 11:45 a.m y de la
1:30 a.m hasta las 5:45 a.m.

Como
profesoras recuerdo la buena amiga Lcda.
Cristina Pineda, María Ignacia Aguilar, Marlene Casadiego, Antonio Viloria,
Tomás Arrabe y su esposa y Benigno Arenas.
En
ese colegio se graduaría mi hermana Aura y sería una de las primeras
promociones mixtas de esa casa de estudios. Mientras nosotros seriamos puros
varones y se podrán imaginar cómo seriamos de tremendos, muchas veces para
poder enfrentar una educación demasiado rígida.
La
Valera aquella que conocí era cordial,
amable, acogedora, por eso es que mi mente no deja de transitar por aquellos
recuerdos de los tiempos idos y de muchas personas que fueron de una manera
significativa en el transcurrir de mi vida.
Conocí
grandes sacerdotes como lo fueron el Padre Fernando Abad, del Colegio
Salesiano, el Padre Javier Sarrasqueta, de la Iglesia El Carmen, el Presbítero
Juan de Dios Andrade, periodista, cronista, escritor, político e historiador, que considero que no se le ha dado la
importancia que tuvo en el desarrollo de la ciudad de las siete colinas y Heberto Godoy, amigo personal de mi familia.
En
esos años la gente se encontraba los sábados o domingos en las misas de las
diferentes iglesias valeranas, a las cuales acudía de no muy buena gana
obligada por las Rosario.
Los
domingos muy temprano en la mañana acudíamos a la capilla del Centro Clínico María
Edelmira Araujo, donde oficiaba el Padre
Javier Sarrasqueta, en donde siempre estaba la Señora Fajardo y varios médicos
con sus familias, recordando entre ellos al Dr. Lozada.
Para
mí era una aventura la llegada de los domingos cuando mi papá me llevaba a
comprar cuentos y novelitas vaqueras en un kiosco que quedaba en la esquina de
la Plaza Bolívar del Señor Segovia, padre de mis buenos amigos Cesar, José y
Ricki como lo conocimos en el Rangel.
Muchos
domingos comíamos el sabroso sancocho de Edicta Mora, famoso en la ciudad y en
ese recorrido acompañaba a papá a un cafetín en la esquina de la calle 8 que
recuerdo que tenía en el frente pintados
unos burros vestidos de charros mexicanos y unas sillas giratorias que
era mi delicia dar vueltas en ella.
Valera
prácticamente no era muy grande y las personas hacían el recorrido a pie, pero
nunca faltaba quien le ofreciese una colita, ya que esa era la Valera de la
cordialidad, que lamentablemente se ha ido, para convertirse en la ciudad de la
basura, en donde nosotros mismos tiramos
los desechos en la calle, como precisamente hace pocas horas, vi de
lejos a una persona arrojando la basura en plena calle, sin importarle echársele
frente a la casa de sus vecinos.
En aquellos
tiempos existían los carros de Plaza, que no eran otra cosa que taxis que te
llevaban a módicos precios de cinco bolívares. Recuerdo un taxista que era muy
amigo de mi familia y que siempre le prestaba el servicio de taxis a mis tias,
que era el señor Mujica, muy amable y caballeroso.
Otro
de los personajes típicos de aquella Valera que tengo que mencionar es a la señora Betina
Montiel, que vivía en las esquina de la calle 12 con Av. 10 que siempre andaba
con una peineta que parecía el personaje de La Relicario.
Pero
no puedo dejar de mencionar a su gran don de gente y simpatía. Hermana de otro
personajes llamado Miroclates Montiel.
Los
sábados en la mañana era religión acompañar a mis tías a Lavoya, en el recién
Centro Comercial del Victoria de la mamá de mis amigos Alejandro y Juan Carlos
Peña Terán, en donde gozaba un puyero dando carreras por este centro comercial,
con estos dos amigos que me acompañaron en mis estudios desde mis inicios en el
Kínder Gabriela Mistral y los siete años del Salesiano.
Puedo
cerrar los ojos y mi mente se traslada a esos tiempos de aquella Valera que
apenas se empezaba a expandir hacia la
Urbanizaciones Plata I, II y III.
Al
lado de mi casa paterna en la Av. 5
vivía un señor del cual siempre guardare muchos gratos recuerdos y era
Guillermo Viloria, persona de gran cultura y un excelente lector, que me
encamino por el placer de la lectura, leyendo a corta edad libros como:
Triangulo de las Bermudas de Charles Berlitz, el Retorno de los Brujos de Louis
Pauwels y Jacques Bergier, Cuando las Piedras Hablan los Hombres Tiemblan de Rodolfo Benavides, El Oro
de los Dioses y Recuerdos del Futuro de Erich
Von Dániken.
En
la casa del “Capincho” Viloria; como lo llamaban sus amigos; se reunía una
elite de intelectuales de izquierda,
entre los cuales puedo recordar a Manuel Isidro Molina; reconocido periodista
y Luis González.
El
“Capincho” era tío de mis amigos Peña Terán y no faltaron días en que
compartimos en la casa de este personaje, que fue en mi vida de gran
importancia, prestándome libros de su gran biblioteca de la que era muy celoso.
Era
el señor Guillermo; como lo llamábamos Aura y yo; un gran amante de la buena música
tanto de grandes clásicos, como de música típica latinoamericana como los
Indios Tabajaras y el Inti Illimani, que muchas veces nos grabó cassette para el
deleite de mi hermana y yo.
Una
excelente persona, como lo fue su esposa Carmen, de la quien tengo un gran
aprecio y reconocimiento.
¡Qué
bonita era la Valera aquella!
El
señor Guillermo Viloria no solo me incentivo en la buena lectura y música, sino
que me hizo apasionado de los documentales del explorador Jacques Cousteau y su hijo Philip en el barco El Calipso.
Esos
documentales los veíamos en el Cine Libertad
y en el Auto Cine acompañados de mi primo Humberto y de mi madre-tía Ana
Rosario. Eran los tiempos de aquella película muy taquillera llamada Tiburón y
por supuesto el explorador francés lanzó un grupo de documentales sobre los
mares muy interesante.
He
podido ver algunos que he bajado por You Tube y reconozco la tarea de estos
investigadores en el barco El Calipso.
Debo
hacer una reseña de lo que era el Auto Cine, que estaba situado en el sector el
Gianni, de la carretera Mendoza-La Puerta.
Era
un gran espacio, con una gran pantalla en donde llegaba uno con el carro. Se
conectaba a un aparato con el carro para escuchar el audio y ver la película.
En
ese cine pude ver “Siete Hombres y un Destino” “Un Puente Demasiado Lejos” “El
Búfalo Blanco” que recuerdo.
Valera
en esos tiempos era una ciudad segura, donde las personas se visitaban y uno lo
llevaban a diferentes sectores de la pequeña ciudad a acompañar a mis tías-mamás
y mi padre.
Papá
nos llevaba en la noche a los sectores de Plata II y III a casa de amistades de
él, igualmente íbamos a donde la madrina de mi hermana; la Sra. Daria Labarca,
en la Urb. Lazo de La Vega; quien siempre nos daba un suculento pedazo de
torta, como era la costumbre de esa época.
Recuerdo
las sabrosas paledonias de la recordada Mama Ia; como le decía a la Sra. Rosalía
Bertoni; que siempre me obsequiaba, esa sabrosa torta, que más nunca pude
volver a comer paledonias tan deliciosas.

Los
pastelitos de Rosa Sayago, que ricos eran, ese restaurante se encontraba en la
Av. 6 entre calles 12 y 13, fueron la delicia de todos los valeranos. Los
Ceprific que eran cepillados de frutas y los ricos helados de los Tres
Continentes nos volvían locos a los más pequeños y a los adultos también.
Esa
Valera tenía su vida nocturna muy sana en donde uno podía disfrutar de esos
manjares que no eran caros.
Recuerdo
de los helados de la Cimbali, situados en la calle 10, al lado del Gran Detal,
negocio del señor Alfonso Moreno que siempre se caracterizó por su don de gente
y gran caballerosidad.
Imposible
dejar de nombra Auto Mercado La Democracia de mi recordado compadre Diego
Hidalgo que estaba situado detrás de la bomba de Cobrapsa, que vivió hasta la
avanzada edad de 105 años.
La
Democracia tenía reparto a domicilio que era llevado en bicicleta a los hogares
de la pequeña ciudad que era Valera.
Mi
recordado compadre era caracterizado por su amabilidad, del cual no tengo sino
buenos recuerdos, de parte de su esposa Herenia y de él con mi hijo Luis Eduardo
y con mi persona.
Así
era la Valera que yo conocí en aquellos años 70. La ciudad que estamos en el
deber de recuperar para nuestros hijos. Una ciudad que a pesar de todo, existía el orden y contaba con el cariño de
sus habitantes.
Es
necesario volver a la querencia por la tierra de Mercedes. Pero para amarla hay
que conocerla y para eso es necesario transitar por su
historia, por nuestra historia.
Ya
que nuestra historia es la historia de las siete colinas.
Foto
1: La Loca Ramona.
Foto
2: Heladería Los Tres Continentes.
Foto
3: Autocine en el sector el Gianni. Cortesía del Dr. Andrés Eloy Bracamontes.
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