martes, 28 de julio de 2020

LOS CABALLOS DE SIMÓN BOLÍVAR

José Rosario Araujo
Nuestro Libertador Simón Bolívar fue un gran amante de los buenos caballos y en todas sus campañas lo acompañaron unos animales de muy buen porte y de gran fortaleza para poder pasar tantas horas en la lucha por la independencia. Cuenta la historia que el único regalo que recibió de su madre fue un caballo a muy temprana edad.

Hay dos caballos que tuvo Simón que son emblemáticos en su vida y son El Palomo y Pastor.
El primero cuenta la leyenda que cuando el héroe caraqueño se dirigía a darle cuenta al Congreso en Tunja en noviembre de 1814. Su caballo estaba agotado y necesitaba uno descanso para poder seguir el trayecto, pero le fue negado una yegua que después se enteró que estaba preñada y no podía hacer un largo viaje.
Por el dueño de la yegua, que se convierte en su guía, supo que la mujer de este había tenido un sueño en donde veía al potro ya adulto montado por un gran General.

Paso el tiempo y con él pasaron los acontecimientos de la invasión desde Los Cayos, la derrota, el paso de los Andes hasta llegar a la batalla de Pantano de Vargas en donde casi se pierde, evitando la derrota los llaneros comandados por Rondón, en ese combate se presenta el antiguo guía y le lleva un hermoso y blanco caballo que lo acompaña hasta el año de 1826 que se lo obsequia al General Santa. Se dice que el hermoso animal yace en el parque de Mulaló, Valle del Cauca, en Colombia.
 Fue enterrado al lado de la capilla, junto a una frondosa y antigua ceiba. Las herraduras del animal y diversos elementos que pertenecían al Libertador son exhibidos como testimonio en el Museo de Mulaló. Con Palomo gano la Batalla de Boyacá y entro a Santa Fe con el paso ligero del caballo que parecía que bailaba a las notas del himno de triunfo.

¿Qué pensaría el Licenciado Sanz que cuando Simón era un niño dijo que él nunca sería un buen jinete? ¿No se imaginaria que el caraqueño recorrería 123.249 kilómetros a lomos de un caballo en su recorrido libertador.

Bolívar fue tan buen jinete y cabalgo tanto que cuentan sus biógrafos que tenía callos en las nalgas y muchos lo apodaban “nalgas de hierro”, además de que era tan buen jinete que podía dormir en lomos del caballo.
Los llaneros admiraron al Libertador al ver lo buen jinete que era ya que estos centauros respetaban a un hombre “macho” y para ellos eso significaba pasar muchas horas a caballo.

Solamente un hombre con un buen caballo puede ser buen jinete.
La leyenda habla de otro animal y existen dos versiones uno que fue Manuela Sáenz la que se lo regalo y otra que él ya lo tenía cuando la conoció ya que entro a Perú montado en el brioso corcel.


No sabemos cuál de las dos versiones son ciertas pero lo que si no dudamos del amor de este insigne paladín de la libertad por lo caballos.

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