Conociendo
nuestra historia
José Rosario Araujo
Recién comenzaba el siglo XX y la nobel ciudad de Valera necesitaba un
hospital y quien mejor que el italiano
Domingo Giacopini; “jurungo” juglar; que
se había convertido en uno de los
habitantes de la ciudad de
Mercedes Díaz; para comprender que era menester la necesidad de un sitio donde
se pudieran atender a sus enfermos.
Como era su accionar Giacopini
dona una casa y 2000 bs para la construcción
de la obra, edificación que se
encontraba situada a la orilla de un
camino que unía a Valera con Betijoque, en donde funcionaba una posada que
servía a los viajeros que transitaban de
San Lázaro, y la Quebrada para
continuar a Sabana de Mendoza y La Ceiba.
El Concejo Municipal; en
1904; acepta la donación del italiano y lo comisionó para que escogiera la
junta administradora que quedó conformada por el sacerdote Miguel A. Mejía,
Ernesto Spinetti, Eleazar González,
Adolfo Troconis, Dr. José Antonio Tagliaferro como miembros principales y el Br
Pompeyo Oliva, Eduardo Gentini, Antonio Salinas, General Estanislao
Sequera y Pedro Escalona como
suplentes.
El Gobernador de Valera de una
manera abusiva; como se acostumbraba en esa época; dejo de lado la junta
administradora y en vez de culminar la
obra como un hospital, la termino convirtiendo en una asilo para mendigos, y pordioseros permaneciendo así por dos años.
Giacopini reestructuró la junta y en conversaciones con el
ayuntamiento municipal vendió un terreno
de su propiedad por valor de 12.000 bs y con ese dinero se dedicó a acondicionar la casa donde funcionaba lo que sería con el tiempo
el Hospital Nuestra Señora de la Paz.
En el año de 1909 se demuele
el antiguo inmueble y al año siguiente
se inicia la construcción de un nuevo edificio cuyos planos los realizará el
Br. Pompeyo Oliva. La obra cuenta con la cooperación del actúa gobernador, que
era el Gral. Víctor Manuel Baptista
quien cedió por un tiempo la mitad de su sueldo y por disposición oficial un aporte mensual de ochocientos
bolívares para sus trabajos.
La nueva junta la conformaron
Rodulfo Terán Labastidas, el Padre Miguel A. Mejía y Abdón Briceño. Pasarían
seis años para que los trabajos se reanudaran, ya que los problemas de carácter
político y la falta de presupuesto paralizaron el proyecto.
Ahora una junta integrada por el
Padre Mejía, Dr. P.E Febres Cordero, Ceferino Briceño, Gral. Mario Terán
Labastidas, Ernesto Spinetti, Dr. Otilio Mármol y Buenaventura Angulo tratan de
llevar la obra a feliz término.
En el año de 1917 hubo personas
que colaboraron con la obra, como lo fueron Ulpiano Cañizales que donó una importante suma para los salones de la
obra, el Dr. Cifuentes Labastidas que estuvo pendiente para que la construcción
de la obra y Ana Hernández Bello de Tejera que haciendo verbenas y veladas
logró recolectar fondos para la continuación de los trabajos.
Pasaron dos años y el Concejo
Municipal asignó una contribución mensual
de cien bolívares para la finalización de los trabajo y además creo una
estampilla municipal para ayudar la
obra.
El General Gómez regalo 160
acciones de la Compañía Anónima “Planta
Eléctrica de Valera” y 500 sacos de cemento.
Por fin el 10 de mayo de
1923; después de 19 años; el Hospital
fue inaugurado y quedo atendido por un grupo de Hermanas de la Congregación de Santa Ana, cuya llegada había sido
gestionada por la señora Hernández Bello de Tejera, integrada por la Madre Patrocinia Naváscuez y las Hermanas
Genoveva Gascón, Carmen Ortiz y Apolonia Fernández.
En sus años de actividad en
preciso mencionar a los médicos y benefactores como los doctores; Gil Manrique,
Guillermo Parra, Eugenio de Bellard, Manuel Chuecos Pedro Emilio Carrillo, señores Miroclates
Montiel, Juan de Dios la Corte,
sacerdotes; Ignacio Burk y José Humberto Contreras; que continuaron la
obra con su trabajo y dedicación.
Para los nuevos tiempos el antiguo hospital “Nuestra Señora de la Paz” es
un moderno ambulatorio en donde reciben atención por parte del IVSS los
habitantes de la urbe valerana, no pudiendo olvidarse la figura importante del
que haría realidad este sueño; el “jurungo” juglar, Don Domingo Giacopini.
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