José Rosario Araujo y Sergio Tucci Monterrey
CAPITULO
III
Las
dos columnas de Ricauter llegaron a Trujillo el 10 de junio y el enemigo se
retira a Carache. Tres días se produce
la batalla de Los Cuarteles, donde se destaca por su valentía el
trujillano Andrés Linares.
Ricauter
no se imaginaba que ese hombre de dos metros de estatura que había detenido ya
que en una pelea con uno de los Comandantes de su vanguardia, llamado Luis
González; lo había matado de un golpe,sería
tan buen soldado, pero debido al valor
que se veía en el trujillano decidió incorporarlo a sus tropas.
A
los dos días el hombrón; que después fue
conocido por el “Sansón Trujillano”; se
destacó en Pampan, demostrando su
capacidad de combate en su bautizo de fuego. Sigue llenándose de gloria en
Carache en donde es nombrado Sargento.
Linares
era un hombre de gran valor, astucia e inteligencia y se decía que pertenecía a
la sociedad secreta llamada “Hermanos”
que igualmente pertenecía el Padre Antonio Rosario, que en Santiago, Cabimbú y
San Lázaro conspiraban en pro de la independencia
Desde
estas tierras saldrían una pléyade de héroes que junto a Simón Bolívar y sus
hombres lucharían por la libertad de
Venezuela.
El
Libertador salió de Mérida el 8 de junio y se despide de los merideños con esta
proclama:
“Y
últimamente, oh Dios, casi a presencia de nosotros, han hecho una espantosa
carnicería en Barinas de nuestros prisioneros de guerra y de nuestros pacíficos
compatriotas de aquella capital. Estas víctimas serán vengadas, estos verdugos
serán exterminados. Nuestra vindicta será igual a la ferocidad española.
Nuestra bondad se agotó ya, y puesto que nuestros opresores nos fuerzan a una
guerra mortal, ellos desaparecerán de América y nuestras tierras serán purgadas
de los monstruos que la infectan. Nuestro odio será implacable y la guerra será
a muerte”.
Ya
en se momento el caraqueño declararía en su pensamiento y obra la guerra a
muerte y la plasmaría en su famoso decreto.
Ya
desde Trujillo el cura Rosario le tenía preparada un documento en donde los
trujillanos pedían la declaración de la guerra total en contra del imperio
español, el trujillano le pediría a Bolívar que se redactara una proclama que sería el motor de la campaña militar para liberar a
Venezuela.
En
pleno recorrido hacia Trujillo el Libertador Simón Bolívar recibe de obsequio
el perro Nevado que lo acompañaría en su largo trajinar de combates en la
Campaña Admirable hasta ser muerto junto a su cuidador “Tinjaca” en la batalla
de Carabobo mientras trataba de rescatarlo ya que estaba en manos realistas.
La
casa Carmania albergó a nuestro
Libertador en su paso por el estado Trujillo. ¿Qué pensó Simón? ¿Qué sintió esa
noche en estas cuatro paredes?
-“Simón
los soldados siguen alborotados le
comenta al El Libertador el marabino Rafael Urdaneta. Dicen que debemos de ser
más duros con el enemigo. Se han recibido noticias de Venezuela y son muy
malas, demasiado malas diría yo.”
-”Si,
me imagino cuales son, los desmanes de los españoles cada día que pasa son más
duros. Si supieras Rafael como me duele lo que pasa mi tierra”.
-Pienso que tenemos que ser más
duros, él que no esté con nosotros está en nuestra
contra. Convencido de que era necesario ser más duro para enfrentar a los
partidarios del rey.
Pasaron
los días y ya se van conociendo el salvajismo que sufre su tierra asolada por
hombres crueles que no escatimaron esfuerzos para hacer pagar al pueblo sus
ansias de libertad.
Bolívar
en las noches de campamento junto a su fiel “Nevado” meditaba en la manera de
vengar tanta sangre derramada por sus compatriotas. ¿Qué hacer? ¿Cómo actuar
sin ser igual a Monteverde o a Zuazola y convertirse en un asesino igual que
ellos? No puedo olvidarme de la caída de Puerto Cabello, si hubiera sido más
duro y menos confiado no me hubieran traicionado como lo hicieron”. Pensaba Bolívar en los coloquios consigo
mismo.
Al
Libertador le seguían llegando noticias
sobre los desmanes cometidos por los españoles de Monteverde. Él sufría a ver
lo que pasaban sus compatriotas. Bolívar frenaba el deseo de actuar, debía ser
precavido, era demasiado lo que pondría en juego. Debía frenar sus impulsos.
Sus oficiales lo presionaban para que Bolívar tomara una decisión clara
vengándose de todas las atrocidades cometidas por el enemigo.
Los
venezolanos que acompañaban a Simón en la campaña habían dejado sus familiares
en Venezuela y sabían que muchos de ellos se encontraban sufriendo en carne
propia todo el peso de las injusticias unos siendo asesinados y otros estando
prisioneros.
Era
necesaria la respuesta del caraqueño por los numerosos crímenes que venían
cometiendo Monteverde,FranciscoCervériz, Antonio Zuazola, Pascual Martínez,
Lorenzo Fernández de la Hoz, José Yánez, Francisco Rosete y algunos jefes realistas después del derrumbe
de I República. Los asesinatos de los
patriotas por parte de los jefes
españoles llegó a extremos tales de provocar el rechazo de personajes adictos a
la causa monárquica.
Simón con su personalidad resuelta a toda prueba,
tenía que mantener el equilibrio emocional de sus tropas que se encontraban
heridos en su amor propios y deseosos de vengar las vejaciones echas a sus
familiares y amigos. No quería que su gente se convirtieran en salvajes y
crueles vengadores.
El
sacerdote trujillano espero al Libertador en Timotes. Al verlo el cura se le acercó
y le dio un fuerte abrazo.
-Simón, si eres un carajito.
Comentó Rosario con una gran carcajada.
-Ni tanto, Antonio, ni tanto. Respondió
Bolívar riéndose.
-Por fin, estas aquí. Cuenta con
nosotros para continuar la guerra y liberarnos de estos carajos. Ya es
necesario que nos mandemos nosotros y no esos tipos venidos de España. Continuó
el sacerdote, ya en un tono más serio.
-Ya entiendo, Antonio, que hay que
ser más duros y castigar todas las salvajadas que hacen los realistas en contra
de la libertad.
-Los realistas apresaron a Briceño y será pasado por las armas. Entera
Rosario al recién nombrado Libertador.
Habló el recién nombrado
Libertador, sabiendo la amistad que había unido a los dos trujillanos:
-Tenemos que castigar con mano
dura, no es posible que nos maten y torturen sin una respuesta contundente por
parte de nosotros.
-Simón, debemos tener en cuenta
el Convenio de Cartagena de Briceño. Que
significaba que los españoles y canarios
que no participasen activamente en favor de la independencia se les daría la
muerte, y que todos los americanos serían perdonados, incluso si cooperaban con
las autoridades españolas. No lograremos la libertad sino declaramos una guerra
sin cuartel. No es posible dejar prisioneros en el camino ya que no contamos
con tropas para que los custodien y sino corremos el riesgo de que se levanten,
atacándonos por la espalda. Le comentó Rosario a Bolívar con la confianza que
le había agarrado al caraqueño en su largo intercambio de carta como habían
tenido.
-El tocayo le escribió una carta a
su esposa en prisión, sabiendo que lo fusilarían, en donde le decía que moriría orgulloso por su participación a
favor de la libertad, además le pidió perdón a tu prima por las privaciones que
le hizo pasar por haberse unido a esta lucha. Le cuenta el sacerdote a Simón.
-Es lamentable, me imagino como
estará Lola de desconsolada. ¿Cuantos más han sufrido la barbarie de los
partidarios del rey? Ya llego la hora en
que apretemos la lucha y seamos más duros, a ellos no se les debe perdonar ni
ser indiferentes. Indica el Libertador con
rabia.
El
padre Rosario y Bolívar continúan conversando y se dirigen a la hacienda del
sacerdote en donde el prelado ayudaría a proveer de vituallas a las tropas
libertadoras.
Cabalgan
los dos hombres amantes de la libertad en franca conversación, los unía la
comunión de las ideas y Rosario podía ser el padre de Simón y en esta cabalgata
asimilaba con esa mente permeable que tenía las ideas del cura rebelde en
contra del imperio español.
El
cura revolucionario le comenta a Bolívar;
desde su punto de vista, las razones de la caída de la I República.
-Simón, el desorden, la
indisciplina, la entrega de Miranda en la capitulación en San Mateo la entrega
de Francisco de Miranda en la Capitulación de San Mateo.
-Estoy seguro que la Libertad de
Venezuela no se sellará sin una Guerra a
Muerte, porque la lucha por la libertad está llena de sangre, dice al caraqueño
el prelado.
El
13 de junio de 1813 el Libertador pernocta en la casa de Carmania del sacerdote
Francisco Antonio Rosario.
Las
horas de la noche son aprovechadas para conversar; Bolívar dialoga con el
sacerdote, de mayos edad y con una vasta experiencia con 52 años a cuestas,
pero apasionado por la libertad del país igual que el joven héroe que solo
cuenta con 30 años y se dejara aconsejar por la palabras sabias del presbítero.
-Simón
hay que tomar una decisión muy fuerte hay que combatir fuego contra fuego le
comenta el padre Rosario a el héroe.
-Sí;
le responde al sacerdote Simón pensativo, debemos dar una proclama para que los
habitantes de estas tierras sepan a qué hemos venido. Un decreto donde se
establezca una diferencia entre España y Venezuela y de esa manera podamos
aislar los realistas del pueblo. “Debemos responder a los que escudados bajo la
bandera del rey de España cometen atropellos y crímenes en contra de los
venezolanos”.
-“Antonio; tuteaba Bolívar al
sacerdote por la gran confianza que se había creado entre los dos hombres a
pesar de la diferencia de edad; al tomar Venezuela debemos de crear un gobierno
fuerte, firme que actué con mano dura y que no sea débil como el de la Primera República.”
Los
dos hombres conversan, la casa de La hacienda Carmanialos cobija, el frío de la
montaña se hace sentir, pero quizás un poco menos de aquel frío merideño, de
los páramos que tuvieron que atravesar los patriotas para llegar a donde ahora
se encuentran.
El
cura Rosario va poniendo al tanto a Bolívar sobre los hechos acontecidos en
Trujillo desde que el 10 de marzo de 1812 se produce el desembarco de Domingo
Monteverde.
-Aquí nuestra hermandad que contaba
con una grupo superior a los 150 hombres que nos reuníamos en mi hacienda “La
Rosariera o en la hacienda de los
Briceño en el Cucharito con la represión que ejerció Manuel Gerardino conocido
como “El verdugo de Trujillo, tuvimos que reunirnos en cuevas para que de esta
forma no nos capturaran.
Siempre
Bolívar acompañado por su fiel perro y su cuidador Tinjaca que no se aparta del
perrote Mucuchíes, también José Palacios que acomoda el cuarto donde el padre
Rosario ofreció para que pasara la noche. A lo lejos cientos de fogatas
alumbran el campamento de los patriotas que se dirigen a libertar Venezuela, en
este campamento los hombres murmullan, comentan, están prestos ya que saben que pronto un
acontecimiento se producirá.
Su
jefe los llevara al triunfo y está dispuesto para que el éxito corone sus
esfuerzos. Pasan las horas y Antonio Rosario lleva a su huésped a su
alojamiento, al llegar a esa bella habitación de sabrosa cama en donde El
Libertador descansara cómodamente después de mucho tiempo cobijado por las
estrellas y durmiendo en el duro suelo, el sacerdote le muestra un baúl de madera,
hermosamente pulido y con la voz cortada por la emoción le dice al jefe de los
ejércitos patriotas:
-Toma,
Simón, este es un humilde obsequio de mi parte para la causa. Sé que lo
necesitaras, la libertad debe triunfar y debes de ser duro como el acero.
Necesitas recursos para derrotar a esa bestia llamada Domingo Monteverde…….
-Gracias
Antonio, se te agradece, me da mucha pena, pero se tu manera de pensar y tu
odio en contra de la tiranía, esto es lo que se esperaba de ti. Tu amistad, tus
consejos y ahora esto, sinceramente no sécómoagradecértelo.” Le agradece el Libertador
al Padre Rosario.
Rosario
le cuenta a Bolívar la detención de los hermanos de Briceño; Pedro Fermín, Francisco Javier y
Domingo; como son enviados a Puerto Rico. Lo que no sabía
el prelado trujillano que ya los duros combatientes trujillanos, dignos
hermanos del “Diablo” se fugarían de la prisión un día después, día en donde
también moriría fusilado su hermano.
-Te
dejo para que descanses y tengas la mente clara para tomar las más sabias
decisiones en esta dura campaña que se te acerca. Todavía te falta mucho para
llegar a Caracas. Termina de hablar el clérigo con el héroe.
El
sacerdote sale y deja a Bolívar en el cuarto, el caraqueño se sienta en la
mecedora y sin sueño piensa, recuerda todo lo vivido desde aquel día en que
pronuncio aquel discurso ante el congreso y dijo: “…es que trescientos años no
bastan” cuando los diputados conformistas abogaban por un separación de España
poco a poco, a su mente llegaban las discusiones con Miranda cuando este no le
daba el mando que el merecía.
CONTINUARA.......
No hay comentarios:
Publicar un comentario