Vine al mundo en el cuarto año
del año sesenta, quedando huérfano a la tierna edad de 7 meses, pero siendo
criado por dos tías; Esther y Ana Rosario Magi; que aunque no nacidas en la
ciudad; eran oriundas de San Lázaro; pero se sentían muy valeranas ya que desde
muy jóvenes habían llegado a la ciudad.
Ellas me incentivaron el amor por
esta tierra y conocí por parte del relato oral muchas de las historias de la
ciudad.
Pero no puedo dejar de recordar
la Valera que conocí, las personas que trate, que de una forma u otra, fueron
parte de la formación como ser humano, como escritor y amante de nuestra
historia.
Recuerdo la Valera cordial, la
ciudad de la caballerosidad. Evocó ciertos personajes que fueron; para mí
crecimiento como ser humano; ejemplo de cómo vivir y comportarse en el
maremágnum que es la vida.
En mi mente aparece la figura de
Don Luis Godoy; dueño de un negocio que se llamaba el Palacio del Niño; persona
que siempre se destacó por su gran don de gente. Acordarme de Don Luis, me
lleva a la Valera del paseo nocturno, “para ver las exhibiciones” como decían
mis tías, que nos hacían ir al centro caminando para ver las tiendas.
En esos tiempos tanto el Palacio
del Niño y Trajes Godoy; propiedad de Luis Godoy; gozaba de las mejores
exhibiciones que lucía el centro de la ciudad, que era el corazón comercial
Valerano.
Otra negocio que se destacaba era
Casa Nava; otra tienda por departamento, que estaba situada en la calle 9 entre
avenidas 10 y 11, del señor Omar Nava, siempre presto en atender a las personas
que entraban a su negocio, con gran cortesía y caballerosidad.
Esos dos negocios eran grandes
tiendas por departamento en donde tenían pisos para damas, caballeros y niños.
En eso dos baluartes del comercio
valerano competían por ofrecer a todos sus clientes las mejores mercancías.
También recuerdo; muy
remotamente; la tienda de FABRECO, de Don Juan Abreu, que se encontraba en el
terreno de donde se encuentra el Centro Comercial FABRECO.
No se puede dejar de mencionar al
Sr. Romano Fontana con su Foto Disco, en donde se podía encontrar lo último en
equipos audiovisuales y cámaras fotográficas, con la atención personalizada de
su dueño y de su esposa Ana.
En ese recorrido que hacíamos con
mis tías, llegábamos al frente de la Plaza Bolívar en la Av. 11 en donde se
reunían un grupo de valeranos, mamadores de gallo que se apodaban CIVA, Comité
de Investigación de Vidas Ajenas, entre ellos recuerdo al Dr. Mujica y al Sr.
Perucho Rueda, que era el dueño de la casa en donde se reunían el club de
echadores de bromas.
Más arriba de ese sitio, se
encontraba el Cinelandia, en donde uno veía las sabrosas películas mexicanas de
los luchadores enmascarados como lo eran El Santo, Blue Demon, Huracán Ramírez,
además de las recién estrenadas películas de kung-fu y Western spaguetis.
Ese cine popular contaba con
sesiones los domingos desde las 10:30 a.m. a las 3:30p.m. 5.30 p.m. 7:30 p.m y
de 9:30 p.m y de lunes a sábado desde las 5:00 pm en adelante.
Otro cine que visitábamos en ese
tiempo era el Cine Libertad, en donde íbamos a disfrutar películas más
recientes de cartelera.
Al pasar los años y ya siendo un
adolescente existían en la ciudad el Cine Valera; en la calle 8, el Cine
Delicia; en la Av. 14, sector Lazo de La Vega, el Cine Plaza, en la calle 8 con
Av. 4, en la entrada del Barrio El Milagro y el Cine Avenida en la Av. 6 entre
calles 17 y 18.
Otra de las tradiciones que
conocí en la ciudad de Valera, fueron las famosas retretas de los domingos, en
donde la familia valerana acudía a escuchar la banda municipal entonar música
para el deleite de todos.
Lo que hay resaltar de esos
tiempos es que la ciudad no tenía problemas de inseguridad y veíamos a los
policías de casco y polainas blancas que recorrían el centro de Valera en
parejas.
En mi recuerdo aparece cada 15
días que me llevaba mi tía-madre Esther Rosario a la Barbería Ciro, en donde mi
amigo Hugo Pierantozi, quien con su paciencia increíble me cortaba el pelo.
Según me decían; al pasar el
tiempo; eran apoteósicos los escándalos que yo hacía cada vez que me cortaban
el pelo.
Me contaban un día que era tanto
el escándalo que yo tenía, que mi tío Pedro Rosario; dueño del Almacén Royal,
que quedaba al lado de la barbería, se acercó para ver si era un niño que
mínimo le habían cortado una oreja, cuando se consigue a su flamante sobrino
armando tremendo escándalo.
Pasaría el tiempo y la sabia
Esther Rosario, con su conocimiento de educadora, logró domar mi llanto con un
carrito que vendía el amigo Fontana y el paciente Hugo; con su don de gente; me
regala una chupeta que alejaban el llanto de mí.
Razones que hicieron que con el
tiempo pidiese que me llevaran cada rato a cortarme el pelo, con un corte
yanki, que le dejaban un copete a uno y las sienes rapadas.
Hugo Pierantozi, fue mi barbero
por más de 25 años y a pesar de irme de esta ciudad, cada vez que venía iba a
cortarme el pelo y a disfrutar de su amena amistad.
También recuerdo al hermano de
Hugo; Erasmo; gran amigo de mi juventud, con quien compartí muchas horas de
conversación, cada vez que me cortaba el pelo. Un gran caballero, un gran
hombre, como su hermano.
Otra de las cosas que pasan por
mi mente es la Valera de las visitas cordiales, que se daban en las noches, en
donde con mis tías recorríamos las casa de amigos y vecinos, de quienes
recuerdo a Doña Braulia Viloria, Alicia y Ligia Jelambi, Luisa Febres, Marina
González; hermana del escritor Adriano González León, la familia Plaza, la
Señora Carmen Mejía, la familia Lobo, entre otras.
En esas sabrosas tertulias los
visitantes era obsequiados con ricos quesillos, gelatina, majaretes, muchas
veces acompañados de un rico café y galletas dulces para los más pequeños.
Las nuevas generaciones les será
difícil imaginar, como eran los carnavales en la ciudad de Valera. Cada barrio,
urbanización o sector, elegía una reina y establecía una comparsa.
En los colegios y liceos el
viernes antes de las fechas de carnaval se hacía una fiesta en donde uno se
disfrazaba y gozaba un mundo lanzándose papelillos y serpentinas.
Recuerdo los carnavales del
Kinder “Gabriela Mistral” que nos obsequiaba la señorita Esther, mi tía, que de
esa forma era conocida por sus alumnos.
Lo que era lunes y martes de
carnaval acudíamos a los famosos carnavales de la Urb. PANYGON, realizados por
la conocida Nena Medicci, de quien siempre mantendré gratos recuerdos y una
gran amistad que traspasaron mis tías.
Llega a mi mente aquel gordito
vestido de mosquetero, en enconado duelo con otros niños mosqueteros, que
recuerdo entre ellos a los hermanos Carlos y Alfredo Romero y a los hermanos
Hiram y Juan Carlos Peña Terán, combates que eran interrumpidos por el llanto
de algunos de los espadachines que se le quebraba la espada.
Para mi fueron muy significativos
los recorridos de mis tías por las calles valeranas a las diferentes misas
sabatinas, verdadera pesadilla para mi hermana y para mí.
Recorríamos desde la Iglesia San
Pedro; del Padre Juárez; pasando por la Iglesia San Juan Bautista, del Padre
Juan de Dios Andrade y del recordado Heberto Godoy, de la Iglesia El Carmen,
del Padre Javier Sarrasqueta, pasando por las misas dominicales en el Centro
Clínico María Edelmira Araujo, realizadas por el párroco de la Iglesia El
Carmen.
Con tanta rezadera no sé cómo mi
hermana y yo no fuimos canonizados y todo esto regado por los Rosarios
larguísimos de nuestras tías madres, que para susto nuestro se quedaba dormidas
y hacían muy extensas las horas de rezo.
Los domingos, mi papá; Jesús
Rosario Magi; me llevaba al Cuerpo de Bomberos, que quedaba en La Marchantica,
comandado por el Tcnel. Ramón Mendoza y recuerdo a su famoso perro Coco de
Fuego, que salvo al jefe de los bomberos al ser atacados por un caimán en los
pantanos de la zona baja.
Para mí era un placer montarme en
el carro de bomberos y tocar la campana. Recuerdo al Dr. Gómez Chiquito, al
Capitán Carlos Pineda, además de al pasar los años a la buena amiga y prima
Tania Mendoza.
Al pasar los años y mi hermana
Aura se convertía en una adolescentes, tuvo mi padre la brillante idea de
encomendarme la tarea de guardaespaldas de ella en la primera fiesta que ella
como joven había sido invitada.
Fui con la tarea encomendada por
mi papá y los tremendos amigos de mi hermana me obsequiaron de una bebida muy
dulce, que tome en gran cantidad, que no era otra cosa que Anís El Mono y eso
produjo en mi tremenda pea, que todavía hoy en día al oler anís recuerdo esa tremenda
borrachera que me dio.
En los años 81 y 82, un grupo de
amigos, nos empezamos a reunir en la esquina de la Av. Bolívar con calle 16;
donde quedaba Valera Motors, ahora Banco Provincial; sector que llamábamos Los
Pinos, por un edificio de ese nombre.
En esa zona vivían el fallecido
Ernesto Vergara; mejor conocido como Pinguiñoño y Rafael Añez, desde allí
preparábamos las serenatas que llevábamos a amigas y novias, dirigidas por
Leandro Canelón, mi recordado compadre, fallecido hace 10 años, Rafael
Baptista; que yo apodaba Gardel y ahora destacado Lcdo. Del SENIAT; y el Abg.
David Cestari.
Que bonitos recuerdos me trae ese
sitio, cada vez que paso por allí, recuerdo tantas cosas vividas, muchas
anécdotas, alegrías y tristes recuerdos de amigos que ya no están.
Para nosotros muchos años nos
reunimos en ese sector, de los cuales recuerdo a Luis Emilio Muñoz, Enrique
Viloria, Javier Viloria; ahora reconocidos médicos trujillanos; Miguel Valero;
Gerente de CORPOELEC, Javier Jaramillo, Alejandro Barrios, el T.S.U Gabriel
Avendaño , Ing. Francisco Valero, el Alguacil Wilmer Viloria y mi persona.
Cercano al Edif. Los Pinos
existía una arepera en donde vi un duelo de quien comía más arepas, entre el
gordo Ernesto Vergara y el Flaco Rafael Añez en donde cada contendiente degusto
más de 10 reina pepiadas, siendo ganador el más delgado de los contendientes.
Muchas horas compartimos en ese
sitio en donde preparábamos las serenatas para nuestras amigas y novias y la
del día de las Madres, en donde obsequiábamos a nuestras madres con nuestro
canto en donde comenzábamos con la canción “Perdóname” de Camilo Sexto, hasta
que cada uno escogió su camino y el sitio donde nos reuníamos “Los Empinacodos
de Los Pinos”; como nos apodábamos; quedaría en nuestro recuerdo.
Con el pasar de los años llega a
mi mente las idas al Jardín de Las Acacias con mis buenos amigos Leandro
Canelón, Enrique Viloria, Miguel Valero, Wilmer Viloria y Javier Jaramillo.
Si mal no recuerdo ese
establecimiento era propietario Ramón Alfonso Valecillos, quien presentaba
música en vivo, de los cuales recuerdo a cantante de música mexicana Genis
Matheus, Celi Bi, el Payaso Tuqui Tuqui y los diferentes tríos de guitarra que
en los finales de los 80 y principios de los 90 escuche con el recordado amigo
Napoleón Jiménez.
De la vida nocturna valerana; ya
convertido en un yo en un joven de 22 años; recuerdo la Gran Cervecería;
situada en la Av. 6, con sus famosos pastelitos que deguste con Miguel y
Wilmer, las sabrosas parrillas en las tertulias con Napoleón Jiménez y Marcos
Ribas.
En las madrugadas valeranas nos
situábamos al fin de nuestro recorrido etílico por la Av. 6 entre calles 5,6 y
7 en las Areperas Mata Perro en donde degustábamos la arepa rellena de
mortadela, caraotas, queso y mayonesa.
Un sitio de obligatoria visita
del valerano era la Casa de las Hamburguesas en donde los valeranos cambiamos
las arepas “mata perros” de la Av. 6 por la tan mencionada comida chatarra.
No puedo dejar de mencionar La
Terraza; que visitaba cada vez que venía del Zulia a disfrutar de la crema de cebolla
y las rubias bien frías.
Recuerdo la Discoteca The Factory
en donde bailábamos hasta bien entrada la madrugada con amigas y novias, Pizas
al Horno en la parte baja de las Residencias Murachi.
En el Centro Comercial EDIVICA
recuerdo el Bodegón del Caudillo y La Verna, desde donde veíamos las carreras
de bicicletas de la forma más cómoda posible.
Recorren mi mente aquellas noches
valeranas, en donde a pie uno compartía con los amigos y amigas siempre de una
forma sana en donde la alegría era la orden del día.
Al hablar de esos recorridos por
la ciudad junto a amigos y amigas no debo obviar las famosas carreras de
bicicletas que se daban en la Av. Bolívar en donde compartíamos con Lisbeth
Africano, Xiomara Ocanto, Yanire Peña.
En la famosa Vuelta a Trujillo en
la cual participe desde pequeño, cuando me llevaba mi padre; fanático del
ciclismo; en donde vi al famoso Vicente Laguna lucirse pedaleando con fuerza,
obteniendo grandes triunfos.
En los años 80 en el C.C. Darca
se encontró la tienda Arizona de mi Sensei de Kung-Fu; Domingo Ángulo, en donde
podíamos comprar las botas tejanas y las camisas leñadoras que eran prendas de
vestir de obligatorio uso.
Ya la Valera que conocimos no es
la misma y no ha cambiado para mejorar. Nuestra tierra se convirtió en una
tierra fría, donde la descortesía y la envidia pueblan nuestro terruño.
Cuando recuerdo la Valera que
viví, en mí surge diferentes interrogantes como: ¿Que nos pasó? ¿Porque
cambiamos tanto? ¿Que se hizo la Valera que conocimos?
Creo que cercano a su
Bicentenario debemos intentar volver a lo que fuimos y ese es el homenaje que
debemos darle a aquella tierra de Mercedes Díaz.
FOTO1: Cine Avenida. Cortesia del
Abg. Andes Eloy Bracamonte.
FOTO 2: El Famoso Mario, mesonero
de las noches valeranas de los 80.
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