martes, 13 de junio de 2017

NUESTRO LIBRO DE INVENTARIOS


La Mudanza del Encanto  


Juan(cho) José Barreto González

“Se están vaciando las montañas, las están dejando sin sangre”. Esta frase de Ramiro me hizo temblar, en ella se resume la cultura de la muerte. “Cuando allá abajo sacan el petróleo, aquí nos estamos quedando secos”. Ramiro habla desde las alturas de los páramos, el lugar de los helechos gigantes y de la neblina rebelde, en un domingo de buena conversa.

“Y para saber lo que somos, hemos de consultar nuestro libro de inventarios. Debemos mirar hacia la historia y hacia la tradición como corazón del tronco donde habrá de injertarse el mundo que nos venga de fuera”, nos alertaba hace años Mario Briceño Iragorry en “La guía para el injerto” (1953).
Conversar y leer. Leer es conversar desde nuestro inventario cultural, heterogéneo y múltiple como el de cada pueblo. Pero de vez en cuando entran los ladrones a la casa de la memoria y nos roban recuerdos, nos roban la vida. Sin ese recuerdo como inventario de la historia, no podemos responder bien a la pregunta ¿Quiénes somos?, como pregunta colectiva. Y tampoco la más íntima de ¿Quién soy?

Un rosario de libros, tenemos un rosario de libros de la memoria. Tenemos que recuperarlos, activarlos, recrearlos, pulirlos desde la mayor de las comprensiones. Mientras usted está leyendo esta mudanza, un grupo de investigadores y estudiantes realizamos el Seminario “Los trujillanos en el Panteón Nacional”. Muchas palabras, mucho cariño y respeto por Domingo Briceño, Juan Bautista Carrillo Guerra, Cruz Carrillo, Rafael Rangel, Mario Briceño Iragorry y Fabricio Ojeda. Esta actividad es parte del programa celebratorio de los 30 años del Centro de Investigaciones “Mario Briceño Iragorry”, de la Maestría en Literatura Latinoamericana, y de 45 años del Núcleo Universitario “Rafael Rangel”.

“Nosotros no somos sectarios” me dice Isidoro Requena mientras probábamos el sonido en la Sala “Domingo Miliani”, otro de los nuestros. Son nuestros porque nos han dado el ejemplo como tantos otros. No somos sus herederos ociosos, les traemos para conversar y tomarnos un café como en la casa de Ramiro. Necesitamos hablar como hablan los amigos y “que la verdad vaya adelante”. 

No para improvisar posturas ni remendar ideológicamente a un sector político. Diga usted maestro Mario: “Cuando radico en lo histórico la causa principal de nuestra crisis de pueblo, no miro únicamente a los valores iluminados de cultura que provienen del pasado. Me refiero a la historia como sentido de continuidad y de permanencia creadora. Pongo énfasis al decir que nuestro empeño de olvidar y de improvisar ha sido la causa primordial de que el país no haya logrado la madurez que reclaman los pueblos para sentirse señores de sí mismos” (Mensaje sin destino, 1952).

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