Hoy he topado con una de mis grandes pasiones como lo es la filosofía y
me pareció una irreverencia contra ustedes; mis amigos; no compartir esta
columna a la que desde hoy recibiré. He pensado incluir en Mirada a la Historia
algunas reflexiones filosóficas que nos servirán.
Esta columna del sacerdote brasileño Leonardo Boff, Teólogo de la
Liberación; doctrina filosófica de la que comulgo completamente; es un bálsamo
para el alma y una enseñanza para el espíritu, muy importante en estos tiempos
tan difíciles que vive la humanidad.
¡Esperamos que sea del agrado de ustedes!
José Rosario Araujo
COVID-19: O COOPERAMOS O NO TENEMOS FUTURO
Leonardo Boff
Una pregunta siempre presente en las búsquedas
humanas es: ¿cuál es nuestra esencia específica? La historia conoce
innumerables respuestas, pero la más contundente, convergencia de varias
ciencias contemporáneas como la nueva biología evolutiva, la genética, las
neurociencias, la psicología evolutiva, la cosmología, la ecología, la
fenomenología y otras, es esta: la cooperación.
Michael Tomasello, considerado
genial en el área de la psicología del desarrollo infantil de 1 a 3 años, sin
intervención invasiva, reunió en un volumen lo mejor de ese campo con el
título: Por qué cooperamos (Warum wir kooperieren, Berlín, Suhrkamp 2010). En su
ensayo inicial afirma que la esencia de lo humano está en el “altruismo” y la
“cooperación”. «En el altruismo uno se sacrifica por el otro. Es la em-patía.
En la cooperación muchos se unen para el bien común» (pág. 14).
Una de las especialistas
principales en psicología y evolución, de la Universidad de Stanford, Carol S.
Dweck, afirma: «Más que la excepcional grandeza de nuestro cerebro y más que
nuestra inmensa capacidad de pensar, nuestra naturaleza esencial es ésta: la
aptitud para ser seres de cooperación y de relación» (Por qué cooperamos, op.
cit. 95).
Otra, especialista de la misma
ciencia, famosa por sus investigaciones empíricas, Elizabeth S. Spelke, de
Harvard, afirma: nuestra marca, por naturaleza, la que nos diferencia de
cualquier otra especie superior como los primates (de los cuales somos una
bifurcación), es “nuestra intencionalidad compartida” que propicia todas las
formas de cooperación, comunicación y participación en tareas y objetivos
comunes” (op. cit. 112). Va pareja con el lenguaje, que es esencialmente social
y cooperativo, un rasgo específico de los humanos, tal como lo entienden los
biólogos chilenos Humberto Maturana y Francisco Varela.
Otro especialista –éste,
neurobiólogo del conocido Instituto Max Plank– Joachim Bauer, en su libro El
gen cooperativo (Das kooperative Gen, Hoffman und Campe, Hamburgo 2008), y
especialmente en el libro Principio-humanidad: por qué cooperamos por
naturaleza (2006) apoya la misma tesis: el ser humano es esencialmente un ser
cooperativo.
Refuta rotundamente al zoólogo inglés Richard
Dawkins, autor del libro El gen egoísta (1976/2004). Y afirma que la tesis de
este último «no tiene base empírica ninguna; por el contrario, representa el
correlato del capitalismo dominante, al que parece así legitimar» (op. cit.
153). También critica la superficialidad de otro libro suyo: El espejismo de
Dios (2007).

Una de las tesis centrales de la
física cuántica (W. Heisenberg) y de la cosmogénesis (B. Swimme) consiste en
afirmar la cooperación y la relación de todos con todos. Todo está relacionado
y nada existe fuera de la relación. Todos cooperan unos con otros para
coevolucionar.
Tal vez la formulación más bella
la encontró el Papa Francisco en su encíclica Laudato Sì, sobre el cuidado de
la Casa Común: «Todo está relacionado, y todos nosotros, los seres humanos,
caminamos juntos como hermanos y hermanas, en una maravillosa peregrinación...
que nos une también, con tierno afecto, al hermano Sol, a la hermana Luna, al
hermano río y a la Madre Tierra» (nº 92).
Un brasileño, profesor de
filosofía de la ciencia en la UFES de Vitória, Maurício Abdala, escribió un
convincente libro El principio cooperación, en línea con las reflexiones
anteriores.
¿Por qué decimos todo esto? Para
mostrar lo antinatural y perverso que es el sistema imperante del capital con
su individualismo y su competición, sin ninguna cooperación. Es el que está
llevando a la humanidad a un fatal callejón sin salida. Con esta lógica, el
coronavirus nos habría contaminado y exterminado a todos. La cooperación y la
solidaridad de todos con todos es lo que nos está salvando.
De aquí en adelante tenemos que
decidir si obedecemos a nuestra naturaleza esencial, la cooperación, a nivel
personal, local, regional, nacional y mundial, cambiando nuestra forma de
habitar la Casa Común, o comenzamos a prepararnos para lo peor, por un camino
sin retorno.
Si no escuchamos esta lección que
la Covid-19 nos está dando, y volvemos con más furia aún a lo de antes, para
recuperar el atraso, nos pondremos en la cuenta regresiva de una catástrofe
todavía más letal.

Sólo me queda recordar las
últimas palabras del viejo Martin Heidegger en su última entrevista a Der
Spiegel, que sería publicada 15 años después de su muerte, refiriéndose a la
lógica suicida de nuestro proyecto científico-técnico: “Nur noch ein Gott kann
uns retten” = “Sólo nos podrá salvar un Dios”.
Es lo que espero, y creo, pues
Dios se ha revelado como “el apasionado amante de la Vida” (Sabiduría 11,24).
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