miércoles, 17 de febrero de 2016

POR EL CAMINO A CARMANIA II PARTE



 Sergio Tucci y José Rosario Araujo

Se sentía fuera del alcance de Bolívar y estaba dispuesto a obrar por su cuenta en esa “guerra sin cuartel” que había emprendido,  ofreciendo a los esclavos la libertad   si mataban a sus dueños, españoles y canarios.
El abogado Briceño fue derrotado por el español José Yáñez, que con 500 hombres los destruye casi sin pelear al no poder conservar el orden y la formación entre los suyos. Anteriormente se le habían unido dos heroicos soldados que se destacaron en la guerra de la independencia: Francisco Olmedilla y Jacinto Lara.
Briceño fue conducido a Barinas, juzgado por Tizcar y fusilado junto a ocho compañeros, ya había al llegar al sitio de su reclusión ser fusilado.
El 3 de junio recibe Bolívar  una carta que le dice que D´Elhuyar y Maza dispersaron una partida de 50 realistas cerca de Escuque; en el Colorado y después derrotaron en Ponemesa a Correa.
Gran  alegría produjo en el caraqueño la noticia. Como era su costumbre se subió de un salto a la mesa y empezó a bailar una danza marinera que aprendió en su  primer viaje a España. Al pasarle la euforia bajo y se puso a planificar la estrategia para seguir invadiendo.
En Ponemesa el combate duro tres horas siendo derrotado el español Coronel Ramón Correa que contaba con 600 soldados que huye hacia el Puerto de Moporo y luego a Maracaibo. Los patriotas contaban con 300 combatientes.
Girardot organiza un gobierno provisional en Betijoque que cuenta con 150 hombres para defender la zona.
Era necesario triunfar, la lucha por la libertad apenas comienza

 
  
CAPITULO III
Las dos columnas de Ricauter llegaron a Trujillo el 10 de junio y el enemigo se retira a Carache. Tres días se produce  la batalla de Los Cuarteles, donde se destaca por su valentía el trujillano Andrés Linares. 
Ricauter no se imaginaba que ese hombre de dos metros de estatura que había detenido ya que en una pelea con uno de los Comandantes de su vanguardia, llamado Luis González;  lo había matado de un golpe,sería tan buen soldado,  pero debido al valor que se veía en el trujillano decidió incorporarlo a sus tropas.

A los dos días el hombrón;  que después fue conocido por el “Sansón Trujillano”;  se destacó  en Pampan, demostrando su capacidad de combate en su bautizo de fuego. Sigue llenándose de gloria en Carache en donde es nombrado Sargento.
Linares era un hombre de gran valor, astucia e inteligencia y se decía que pertenecía a la  sociedad secreta llamada “Hermanos” que igualmente pertenecía el Padre Antonio Rosario, que en Santiago, Cabimbú y San Lázaro conspiraban en pro de la independencia
Desde estas tierras saldrían una pléyade de héroes que junto a Simón Bolívar y sus hombres lucharían por la libertad  de Venezuela.
El Libertador salió de Mérida el 8 de junio y se despide de los merideños con esta proclama:
“Y últimamente, oh Dios, casi a presencia de nosotros, han hecho una espantosa carnicería en Barinas de nuestros prisioneros de guerra y de nuestros pacíficos compatriotas de aquella capital. Estas víctimas serán vengadas, estos verdugos serán exterminados. Nuestra vindicta será igual a la ferocidad española. Nuestra bondad se agotó ya, y puesto que nuestros opresores nos fuerzan a una guerra mortal, ellos desaparecerán de América y nuestras tierras serán purgadas de los monstruos que la infectan. Nuestro odio será implacable y la guerra será a muerte”

Ya en se momento el caraqueño declararía en su pensamiento y obra la guerra a muerte y la plasmaría en su famoso decreto.
Ya desde Trujillo el cura Rosario le tenía preparada un documento en donde los trujillanos pedían la declaración de la guerra total en contra del imperio español, el trujillano le pediría a Bolívar que se redactara una proclama que sería  el motor de la campaña militar para liberar a Venezuela.
En pleno recorrido hacia Trujillo el Libertador Simón Bolívar recibe de obsequio el perro Nevado que lo acompañaría en su largo trajinar de combates en la Campaña Admirable hasta ser muerto junto a su cuidador “Tinjaca” en la batalla de Carabobo mientras trataba de rescatarlo ya que estaba en manos realistas.
La casa Carmania albergó  a nuestro Libertador en su paso por el estado Trujillo. ¿Qué pensó Simón? ¿Qué sintió esa noche en estas cuatro paredes?  

-“Simón los soldados siguen  alborotados le comenta al El Libertador el marabino Rafael Urdaneta. Dicen que debemos de ser más duros con el enemigo. Se han recibido noticias de Venezuela y son muy malas, demasiado malas diría yo.”


-”Si, me imagino cuales son, los desmanes de los españoles cada día que pasa son más duros. Si supieras Rafael como me duele lo que pasa mi tierra”.
-Pienso que tenemos que ser más duros,  él  que no esté con nosotros está en nuestra contra. Convencido de que era necesario ser más duro para enfrentar a los partidarios del rey.
Pasaron los días y ya se van conociendo el salvajismo que sufre su tierra asolada por hombres crueles que no escatimaron esfuerzos para hacer pagar al pueblo sus ansias de libertad. 

Bolívar en las noches de campamento junto a su fiel “Nevado” meditaba en la manera de vengar tanta sangre derramada por sus compatriotas. ¿Qué hacer? ¿Cómo actuar sin ser igual a Monteverde o a Zuazola y convertirse en un asesino igual que ellos? No puedo olvidarme de la caída de Puerto Cabello, si hubiera sido más duro y menos confiado no me hubieran traicionado como lo hicieron”.  Pensaba Bolívar en los coloquios consigo mismo.
Al Libertador le seguían llegando  noticias sobre los desmanes cometidos por los españoles de Monteverde. Él sufría a ver lo que pasaban sus compatriotas. Bolívar frenaba el deseo de actuar, debía ser precavido, era demasiado lo que pondría en juego. Debía frenar sus impulsos. Sus oficiales lo presionaban para que Bolívar tomara una decisión clara vengándose de todas las atrocidades cometidas por el enemigo. 

Los venezolanos que acompañaban a Simón en la campaña habían dejado sus familiares en Venezuela y sabían que muchos de ellos se encontraban sufriendo en carne propia todo el peso de las injusticias unos siendo asesinados y otros estando prisioneros.
Era necesaria la respuesta del caraqueño por los numerosos crímenes que venían cometiendo Monteverde,FranciscoCervériz, Antonio Zuazola, Pascual Martínez, Lorenzo Fernández de la Hoz, José Yánez, Francisco Rosete y  algunos jefes realistas después del derrumbe de I  República. Los asesinatos de los patriotas  por parte de los jefes españoles llegó a extremos tales de provocar el rechazo de personajes adictos a la causa monárquica.

Simón  con su personalidad resuelta a toda prueba, tenía que mantener el equilibrio emocional de sus tropas que se encontraban heridos en su amor propios y deseosos de vengar las vejaciones echas a sus familiares y amigos. No quería que su gente se convirtieran en salvajes y crueles vengadores.

El sacerdote trujillano espero al Libertador en Timotes. Al verlo el cura se le acercó y le dio un fuerte abrazo.
-Simón, si eres un carajito. Comentó Rosario con una gran carcajada.
-Ni tanto, Antonio, ni tanto. Respondió Bolívar riéndose.

-Por fin, estas aquí. Cuenta con nosotros para continuar la guerra y liberarnos de estos carajos. Ya es necesario que nos mandemos nosotros y no esos tipos venidos de España. Continuó el sacerdote, ya en un tono más serio.
-Ya entiendo, Antonio, que hay que ser más duros y castigar todas las salvajadas que hacen los realistas en contra de la libertad.

-Los realistas apresaron  a Briceño y será pasado por las armas. Entera Rosario al recién nombrado Libertador.
Habló el recién nombrado Libertador, sabiendo la amistad que había unido a los dos trujillanos:
-Tenemos que castigar con mano dura, no es posible que nos maten y torturen sin una respuesta contundente por parte de nosotros. 

-Simón, debemos tener en cuenta el  Convenio de Cartagena de Briceño. Que  significaba que los españoles y canarios que no participasen activamente en favor de la independencia se les daría la muerte, y que todos los americanos serían perdonados, incluso si cooperaban con las autoridades españolas. No lograremos la libertad sino declaramos una guerra sin cuartel. No es posible dejar prisioneros en el camino ya que no contamos con tropas para que los custodien y sino corremos el riesgo de que se levanten, atacándonos por la espalda. Le comentó Rosario a Bolívar con la confianza que le había agarrado al caraqueño en su largo intercambio de carta como habían tenido.

-El tocayo le escribió una carta a su esposa en prisión, sabiendo que lo fusilarían,  en donde le decía que  moriría orgulloso por su participación a favor de la libertad, además le pidió perdón a tu prima por las privaciones que le hizo pasar por haberse unido a esta lucha. Le cuenta el sacerdote a Simón.
-Es lamentable, me imagino como estará Lola de desconsolada. ¿Cuantos más han sufrido la barbarie de los partidarios del rey?  Ya llego la hora en que apretemos la lucha y seamos más duros, a ellos no se les debe perdonar ni ser indiferentes.  Indica el Libertador con rabia.

El padre Rosario y Bolívar continúan conversando y se dirigen a la hacienda del sacerdote en donde el prelado ayudaría a proveer de vituallas a las tropas libertadoras.
Cabalgan los dos hombres amantes de la libertad en franca conversación, los unía la comunión de las ideas y Rosario podía ser el padre de Simón y en esta cabalgata asimilaba con esa mente permeable que tenía las ideas del cura rebelde en contra del imperio español.
El cura revolucionario le comenta a Bolívar;  desde su punto de vista, las razones de la caída de la I República.
-Simón, el desorden, la indisciplina, la entrega de Miranda en la capitulación en San Mateo la entrega de Francisco de Miranda en la Capitulación de San Mateo.

-Estoy seguro que la Libertad de Venezuela no se sellará  sin una Guerra a Muerte, porque la lucha por la libertad está llena de sangre, dice al caraqueño el prelado.
El 13 de junio de 1813 el Libertador pernocta en la casa de Carmania del sacerdote Francisco Antonio Rosario.
Las horas de la noche son aprovechadas para conversar; Bolívar dialoga con el sacerdote, de mayos edad y con una vasta experiencia con 52 años a cuestas, pero apasionado por la libertad del país igual que el joven héroe que solo cuenta con 30 años y se dejara aconsejar por la palabras sabias del presbítero. 

-Simón hay que tomar una decisión muy fuerte hay que combatir fuego contra fuego le comenta el padre Rosario a el héroe.
-Sí; le responde al sacerdote Simón pensativo, debemos dar una proclama para que los habitantes de estas tierras sepan a qué hemos venido. Un decreto donde se establezca una diferencia entre España y Venezuela y de esa manera podamos aislar los realistas del pueblo. “Debemos responder a los que escudados bajo la bandera del rey de España cometen atropellos y crímenes en contra de los venezolanos”.

-“Antonio; tuteaba Bolívar al sacerdote por la gran confianza que se había creado entre los dos hombres a pesar de la diferencia de edad; al tomar Venezuela debemos de crear un gobierno fuerte, firme que actué con mano dura y que no sea débil como el de la Primera República.”
Los dos hombres conversan, la casa de La hacienda Carmanialos cobija, el frío de la montaña se hace sentir, pero quizás un poco menos de aquel frío merideño, de los páramos que tuvieron que atravesar los patriotas para llegar a donde ahora se encuentran.
El cura Rosario va poniendo al tanto a Bolívar sobre los hechos acontecidos en Trujillo desde que el 10 de marzo de 1812 se produce el desembarco de Domingo Monteverde.

-Aquí nuestra hermandad que contaba con una grupo superior a los 150 hombres que nos reuníamos en mi hacienda “La Rosariera  o en la hacienda de los Briceño en el Cucharito con la represión que ejerció Manuel Gerardino conocido como “El verdugo de Trujillo, tuvimos que reunirnos en cuevas para que de esta forma no nos capturaran.
Siempre Bolívar acompañado por su fiel perro y su cuidador Tinjaca que no se aparta del perrote Mucuchíes, también José Palacios que acomoda el cuarto donde el padre Rosario ofreció para que pasara la noche. A lo lejos cientos de fogatas alumbran el campamento de los patriotas que se dirigen a libertar Venezuela, en este campamento los hombres murmullan, comentan,  están prestos ya que saben que pronto un acontecimiento se producirá.

Su jefe los llevara al triunfo y está dispuesto para que el éxito corone sus esfuerzos. Pasan las horas y Antonio Rosario lleva a su huésped a su alojamiento, al llegar a esa bella habitación de sabrosa cama en donde El Libertador descansara cómodamente después de mucho tiempo cobijado por las estrellas y durmiendo en el duro suelo,  el sacerdote le muestra un baúl de madera, hermosamente pulido y con la voz cortada por la emoción le dice al jefe de los ejércitos patriotas:
-Toma, Simón, este es un humilde obsequio de mi parte para la causa. Sé que lo necesitaras, la libertad debe triunfar y debes de ser duro como el acero. Necesitas recursos para derrotar a esa bestia llamada Domingo Monteverde…….
-Gracias Antonio, se te agradece, me da mucha pena, pero se tu manera de pensar y tu odio en contra de la tiranía, esto es lo que se esperaba de ti. Tu amistad, tus consejos y ahora esto, sinceramente no sécómoagradecértelo.” Le agradece el Libertador al Padre Rosario. 

Rosario le cuenta a Bolívar la detención de los hermanos de Briceño;  Pedro Fermín, Francisco Javier y Domingo;   como son enviados a Puerto Rico. Lo que no sabía el prelado trujillano que ya los duros combatientes trujillanos, dignos hermanos del “Diablo”  se fugarían  de la prisión un día después, día en donde también moriría fusilado su hermano.

-Te dejo para que descanses y tengas la mente clara para tomar las más sabias decisiones en esta dura campaña que se te acerca. Todavía te falta mucho para llegar a Caracas. Termina de hablar el clérigo con el héroe.
El sacerdote sale y deja a Bolívar en el cuarto, el caraqueño se sienta en la mecedora y sin sueño piensa, recuerda todo lo vivido desde aquel día en que pronuncio aquel discurso ante el congreso y dijo: “…es que trescientos años no bastan” cuando los diputados conformistas abogaban por un separación de España poco a poco, a su mente llegaban las discusiones con Miranda cuando este no le daba el mando que el merecía.

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