Es una tremenda experiencia oírla
y como me dijo Miriam Viloria el día que me la presentó que Rosangela era la
historia viva de la ciudad de las Siete Colinas.
La señora Hernandez esta vez que
me visitó me narró su vida de estudiante en el Colegio Lasso de la Vega cuando
fue alumna de la famosa educadora valerana Ángela Alvarez de Lugo en Primer Año
de Bachillerato.
Cuando llegaba la Profesora
Ángela posaba su vista de halcón en todo el salón y daba los buenos días de una
manera muy seca y seria, muchas veces algunas de las alumnas estaba distraídas
y la educadora repetía el saludo. Las muchachas tenían que colocar las manos en
el escritorio y mirar fijamente a la docente sin siquiera mirar a los lados, so
pena de cualquier castigo.
Mi buena amiga que con esa
técnica asegura: ¿Quien no iba a aprender con la señorita Ángela Alvaréz de
Lugo?
También recuerda a otra educadora
como Margarita Delgado, Lola Molina y la Profesora Rafaela, que era la que
tenía la residencia.
Recuerda mi buena amiga que ella
era muy tremenda y se la pasaba corriendo por todo el colegio. Entonces
llamaban a su mamá para acusarla para que la castigara.
Sobre el día a día en el colegio
era muy bonito a pesar de la rigidez de
sus profesoras y de las monjas,
recordando algo que le pasó con una monja que se llamaba la Hermana Bernardita,
que le daba taquigrafía. Recuerda que ese día se equivoca en un examen y le pregunta
a la monja cual seria su calificación y esta le responde que como 18 puntos.
Se contenta, pero poco le duraría
la alegría, ya que cuando ve la nota tiene
09, la mitad de la calificación que le había dicho la Hermana y se pone
furiosa reclamándole que le había dicho que tenia más nota.
La monja le había bajado la nota,
según ella por los errores ortográficos, cosa que la enfurece más agarrando el
examen y doblándola la hoja hasta que hace un montoncito de papel, la monja ve
lo que hace la niña y la castiga no
dejándola ir a su casa hasta las 4 de la
tarde.
Era tanto la rigidez de la
educación que se daba en esos días que la Hermana Bernardita prohíbe que le den
comida a una monja que se había condolido de la niña, al saberlo Rosangela le
manda a decir que se meta el almuerzo por donde no le pega el sol.
Como sería el tipo de educación
que las muchachas se tenían que mantener paradas sin recostarse a una pared y
por eso ella nunca se pega a ningún muro, manteniéndose completamente recta.
Evoca a mi tia-madre Esther
Rosario Magi también como de muy mal carácter y muy rígida a pesar de ser
suplente como educadora.
Este día también converse con la
señora Rosangela sobre el Padre Juan de Dios Andrade, del cual me contó que
vivía en la Urb. Lasso de la Vega y tenía una señora que lo atendía que se
llamaba Isabel Godoy, que se encuentra todavía viva, aunque ya no conoce.
Rosangela fue muy amiga de la
sobrina del sacerdote merideño llamada
Saida y el las descubría cuando le sacaban mediecitos de la sotana para comprar
helados, que había comenzado a salir la marca Efe, pero siempre tenían que
confesarle al Padre el pecado y él las perdonaba.
El Padre Andrade fue muy amigo
del Padre José Humberto Contreras y acudía al colegio, pero no tenía contacto con
las alumnas.
Me contó que otro sacerdote de
esa epoca fue Monseñor Damaso Cardozo, que fue famoso por lo duro de su
carácter, ya que no podía ver en la Iglesia San José a una dama con blusa manga corta y menos con
escote.
Recordé una anécdota que me dijo
mi papá Jesús Rosario Magi, en donde fue padrino de un bautizo, que el
sacerdote suspendió ya que la madrina tenia los brazos descubiertos, teniendo
que taparselos con pañuelos, para que el cura pudiera oficiar la ceremonia.
Rosangela cuenta que en un
matrimonio donde estuviese una dama con escote, le quitaba el palto a su
acompañante y se lo colocaba para taparla.
Muchas veces Damaso Cardozo
suspendía la misa si veía una dama con escote y buscaba un pañuelo y la cubría,
así era el puritanismo de ese sacerdote, que mi amiga lo considera bueno ya que
a una iglesia se debe ir decentemente a la casa de Dios.
Mi cronista afectiva de la ciudad
de Valera concluyó diciendo que esas fueron historias que les marcaron su vida
y es una muestra de lo que era la tierra de Mercedes Díaz en esa época no tan
lejana.
Foto: Rosangela Hernández con un
viejo amigo el Capitán Prada.
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