José Rosario Araujo
Las pasiones como las de Campo Elías o
Antonio Nicolás Briceño no gustaban a
Bolívar, a pesar de su valentía y dotes militares no le
gustaban los excesos que muchos de estos hombres cometían a pesar de los
desmanes que cometían los españoles
contra los partidarios de la independencia.
Lo que si estaba seguro Simón, era que había llegado el momento de extremar la revolución ya que había que
combatir y dar respuesta contundente a los enemigos de la libertad. Ya sentía
la mirada de su gente que esperaba una proclama que definiera la lucha que
apenas empezaba.
¿Qué
se iba a hacer con los venezolanos que defendían las banderas del Rey. Había
que fusilarlos por traidores? Se preguntaba Simón.
Bolívar frenaba el deseo de actuar,
debía ser precavido, era demasiado lo que había en juego. Todos los días le
llegaban noticias de los desmanes cometidos por los españoles de Monteverde. El
sufría al ver lo que pasaban sus compatriotas.
Recordaba las ejecuciones de Quito y La Paz,
que le habían llegado las noticias; los asesinatos que se producían en México
en defensa del rey de España, los prisioneros que se pudrían en Puerto Cabello
y la Guaira.
-Ya nuestra clemencia se está
acabando. Ellos nos fuerzan a una guerra sin cuartel y haremos que ellos
desaparezcan de la faz de la tierra. Pensaba en voz alta Bolívar.
En Caracas Monteverde en persona
cometía desmanes en contra de los partidarios de la libertad. Mujeres eran
sometidas a cualquier clase de atropellos cuando se acercaban para pedirle
clemencia al canario para sus familiares.
Los oficiales que acompañaban a
Bolívar lo presionaban para que tomara una decisión clara vengándose de todas
las atrocidades cometidas por el enemigo. Los venezolanos que acompañaban a
Simón en la campaña habían dejado a sus
familiares en Venezuela y sabían que muchos de ellos se encontraban sufriendo
en carne propia todo el peso de las injusticias, uno siendo asesinados y otros
siendo prisioneros.
-Simón
debemos ser más duros, no debemos dar
cuartel, decía con ímpetu el del
gorro frigio, su tío político José Félix Ribas.
-No
somos débiles, José Félix, somos soldados, no asesinos, no podemos cometer
crímenes y salvajadas, indicaba Simón al esposo de la hermana de su
madre.
José Félix Ribas, pertenecía a una
familia rica caraqueña igual que la de Simón Bolívar, comenzando su carrera
como militar con el grado de coronel, siendo jefe del Batallón de Milicias
Regladas de Blancos de Barlovento. Para este momento el tío de Bolívar ya se
había enfrentado contra Monteverde.
Se reunió con el héroe caraqueño en Ocaña
y con él prepara la invasión de
Venezuela teniendo una actuación heroica en la batalla de Cúcuta contra Correa
luciéndose con una carga a bayoneta.
Cuando calló Bolívar le llego a su
mente las letras enviadas por el cura Rosario sobre la “Guerra a Muerte”.
- ¡Ah curita este, carajo! Se decía
Simón.
Quien lo iba a decir que este cura masón
sería tan duro con el enemigo. Ya llegaría el día en que se encontrarían.
Quería conocerlo, hasta él habían
llegado las andanzas de este famoso cura trujillano. Ya se verían, presentía
que desde ese momento comenzaría una gran amistad.
Varias cartas más recibiría del Padre
Rosario.
-¡Antonio tiene razón! ¡Hay que
declarar la guerra a muerte! ¡Tenemos que ser implacables!
Recordaba con rabia la humillación que
recibió de Monteverde. Evocaba ese momento con coraje, el canario no le prestó
atención.
¿Qué se creía ese hijo de puta, cuando me dijo que me
premiaría los servicios a España por entregar a Miranda por un pasaporte?
Repetía una vez más llenándose de rabia.
Entregue a Miranda por traidor y por
haber capitulado ante el enemigo. Dijo en voz alta Bolívar con rabia.
Las palabras de Monteverde siempre le
resonarían en su oído. Con rabia le contestó que había detenido a Miranda por
rendirse y no para prestarle un servicio a España.
Pero era inevitable recordar esa
escena, odiaba al canario con todas las fuerzas de su alma como odiaba al
traidor Vignoni, que entregó el bastión de Puerto Cabello cuando estaba ausente.
Soñaba en una de esas batallas
encontrarse frente a frente con Monteverde y matarlo. Para nadie era un secreto
que Bolívar mataba a la primera estocada.
Buen peleador si era, engañaba su
cuerpo delgado y pequeño. Eso lo venía probando desde Barracas. Tuvo como
maestros de esgrima a los mejores
espadachines españoles de la época.
Hay que resaltar que Simón Bolívar era
un hombre bastante duro en la pelea. Como mantuano era experto en el manejo de
la espada, se destacaba en el uso de bastones como era preciso en un caballero.
Además Simón con su espíritu inquieto
había aprendido el arte de combate de los negros y la pelea con machete y
lanza. Siempre combatía en la primera línea, era un gran conductor de tropas.
Desde Barracas transformó sesenta soldados pobres, indisciplinados y apáticos
en entusiastas defensores de la libertad. Había organizado un selecto grupo de
200 combatientes y con ellos había partido en diez balsas a hacer la guerra a
los españoles.
Bolívar era un hombre tenaz, muchas
veces se sintió desvanecer, pero triunfó.
Tenía que mantener el equilibrio de
sus tropas que se encontraban heridos en su
amor propio, querían vengarse de las vejaciones que recibían sus
paisanos. Desobedeciendo órdenes atacó Tenerife y después de un combate reñido
los españoles se retiraron.
Continuó a Mopox y desde ese momento
sus sueños de libertad y gloria se empezaban a convertir en realidad. El
francés Labatuf estaba molesto, pidiendo que lo acusaran de rebelión, pedimento
que fracaso ya que el Congreso le dio la aprobación para seguir avanzando.
El combatiente caraqueño decía: “Yo he
nacido en Caracas, pero mi fama nació en Mompóx.”
Su fama de militar aumento quince días
después de haber salido de Mompóx cuando informo al Congreso de Nueva Granada
que el río Magdalena estaba libre de enemigos.
Se dirigió a Pamplona en busca de
Monteverde y atacó los españoles sin darles descanso hasta que huyeron a
Venezuela. Bolívar se dirigió hacia allá había que conquistar Caracas, la mejor
defensa era el ataque, si Venezuela seguía en manos de los españoles La Nueva
Granada tendría un cuchillo en la garganta.
El militar caraqueño había preparado
un plan para la campaña que consistía en el despliegue sobre Venezuela de un
ataque en dos direcciones: una columna comandada por su tío que se dirigiría a
San Cristóbal, la selva de San Camilo y Barinas: Al liberar esas provincias se
reuniría con la tropa en Guanare, teniendo como misión igualmente conseguir
ganado y dinero.
La columna dirigida por Bolívar se
dirigiría a San Cristóbal, La Grita, Mérida y Trujillo. El 17 de mayo llega a
La Grita, dos días después se dirige a Mérida
Bolívar aspiraba que sus tropas fueran
libertadores no crueles vengadores,
nunca estuvo de acuerdo crueldades ni
salvajismos. Por eso nunca pudo estar de acuerdo con “El Diablo Briceño”.
Los salvajismos de Monteverde y los
crímenes que cometieron algunos jefes realistas exaltaron la fibra patriótica
del “Diablo” siendo uno de los primeros que llegaron a Cartagena y el 16 de
enero de 1813 publicó unas proposiciones del pueblo venezolano para emprender
una expedición por tierra para liberar el país.
Montó una expedición con 143 hombres
que el comandaba actuando por su propia cuenta
Ya anteriormente había tenido serias
dificultades con el caraqueño por sus terrenos en sus fincas. “El Diablo
era propietario de un lote de tierra que colindaba con una finca de Bolívar y
por delimitaciones tuvo en el año de 1807 un altercado con el futuro libertador
y al no hacerle caso por sus reclamos se acerca cuando el guerrero venezolano
con sus peones realizan labores agrícolas y Briceño lleno de rabia saca un arma
de fuego y los apunta, pero teniendo un
gesto rápido el amenazado logra arrebatarle el arma y se produce una pelea
entre los dos hombres. Llegó a San Cristóbal con el fin de unirse a la
expedición libertadora y publicó el trujillano un bando declarando la “guerra a
muerte” ofreciendo la libertad a los esclavos que mataran a sus amos españoles
y canarios.
En aquel momento Briceño asume una
línea que parece ser muy cruel al ofrecer recompensar con tierras, propiedades
y ascensos militares a todo aquel que marchará con él en su propósito independentista
y diera muerte a cada español que se opusiera a tal misión, aquello implicaba
que todo combatiente suyo que le trajera cabezas de españoles recibiría su
premio; y mientras mayor el número de cabezas mayor sería la recompensa.
Briceño asesino a dos isleños,
cortándoles las cabezas, no le cayó en gracia a Bolívar tampoco cuando le envió una cabeza de un
español a él y otra a Castillo con una carta en donde la primera línea había
sido escrita con sangre.
-Estas cosas del Diablo, exclamo
Bolívar cuando recibió el macabro obsequio, lleno de rabia.
Ordenó al oficial Pedro Briceño Pumar
para que remplazase al Diablo y lo detuviese para ser juzgado en Consejo de
Guerra.
El Diablo al saber lo ordenado por El
Libertador, se escapa por las montañas
de San Camilo hacia Barinas. Desde ese momento Briceño se siente con la
capacidad de obrar sin plan y sin tener
que seguir las órdenes del jefe del ejército.
Se sentía fuera del alcance de Bolívar
y estaba dispuesto a obrar por su cuenta en esa “guerra sin cuartel” que había
emprendido, ofreciendo a los esclavos la
libertad si mataban a sus dueños,
españoles y canarios.
El abogado Briceño fue derrotado por
el español José Yáñez, que con 500 hombres los destruye casi sin pelear al no
poder conservar el orden y la formación entre los suyos. Anteriormente se le
habían unido dos heroicos soldados que se destacaron en la guerra de la
independencia: Francisco Olmedilla y Jacinto Lara.
Briceño fue conducido a Barinas,
juzgado por Tizcar y fusilado junto a ocho compañeros.
El 3 de junio recibe Bolívar una carta que le dice que D´Elhuyar y Maza
dispersaron una partida de 50 realistas cerca de Escuque; en el Colorado y
después derrotaron en Ponemesa a Correa.
Gran
alegría produjo en el caraqueño la noticia. Como era su costumbre se
subió de un salto a la mesa y empezó a bailar una danza marinera que aprendió
en su primer viaje a España. Al pasarle
la euforia bajo y se puso a planificar la estrategia para seguir invadiendo.
En Ponemesa el combate duro tres horas
siendo derrotado el español Coronel Ramón Correa que contaba con 600 soldados
que huye hacia el Puerto de Moporo y luego a Maracaibo. Los patriotas contaban
con 300 combatientes.
Girardot organiza un gobierno
provisional en Betijoque que cuenta con 150 hombres para defender la zona.
Era necesario triunfar, la lucha por
la libertad apenas comienza
CAPITULO III
![]() |
CNEL. ANTONIO NICOLAS BRICEÑO |
Las dos columnas de Ricauter llegaron
a Trujillo el 10 de junio y el enemigo se retira a Carache. Tres días se
produce la batalla de Los Cuarteles,
donde se destaca por su valentía el trujillano Andrés Linares.
Ricauter no se imaginaba que ese
hombre de dos metros de estatura que había detenido ya que en una pelea con uno
de los Comandantes de su vanguardia, llamado Luis González; lo había matado de un golpe, sería tan buen
soldado, pero debido al valor que se
veía en el trujillano decidió incorporarlo a sus tropas.
A los dos días el hombrón; que después fue conocido por el “Sansón
Trujillano”; se destacó en Pampan, demostrando su capacidad de combate
en su bautizo de fuego. Sigue llenándose de gloria en Carache en donde es
nombrado Sargento.
Linares era un hombre de gran valor,
astucia e inteligencia y se decía que pertenecía a la sociedad secreta llamada “Hermanos” que
igualmente pertenecía el Padre Antonio Rosario, que en Santiago, Cabimbú y San
Lázaro conspiraban en pro de la independencia
Desde estas tierras saldrían una
pléyade de héroes que junto a Simón Bolívar y sus hombres lucharían por la
libertad de Venezuela.
El Libertador salió de Mérida el 8 de
junio y se despide de los merideños con esta proclama:
“Y últimamente, oh Dios, casi a
presencia de nosotros, han hecho una espantosa carnicería en Barinas de
nuestros prisioneros de guerra y de nuestros pacíficos compatriotas de aquella
capital. Estas víctimas serán vengadas, estos verdugos serán exterminados.
Nuestra vindicta será igual a la ferocidad española. Nuestra bondad se agotó
ya, y puesto que nuestros opresores nos fuerzan a una guerra mortal, ellos
desaparecerán de América y nuestras tierras serán purgadas de los monstruos que
la infectan. Nuestro odio será implacable y la guerra será a muerte”
Ya en se momento el caraqueño
declararía en su pensamiento y obra la guerra a muerte y la plasmaría en su
famoso decreto.
Ya desde Trujillo el cura Rosario le
tenía preparada un documento en donde los trujillanos pedían la declaración de
la guerra total en contra del imperio español, el trujillano le pediría a
Bolívar que se redactara una proclama que sería
el motor de la campaña militar para liberar a Venezuela.
En pleno recorrido hacia Trujillo el
Libertador Simón Bolívar recibe de obsequio el perro Nevado que lo acompañaría
en su largo trajinar de combates en la Campaña Admirable hasta ser muerto junto
a su cuidador “Tinjaca” en la batalla de Carabobo mientras trataba de
rescatarlo ya que estaba en manos realistas.
La casa Carmania albergó a nuestro Libertador en su paso por el estado
Trujillo. ¿Qué pensó Simón? ¿Qué sintió esa noche en estas cuatro paredes?
-“Simón los soldados siguen alborotados le comenta al El Libertador el
marabino Rafael Urdaneta. Dicen que debemos de ser más duros con el enemigo. Se
han recibido noticias de Venezuela y son muy malas, demasiado malas diría yo.”
-”Si, me imagino cuales son, los
desmanes de los españoles cada día que pasa son más duros. Si supieras Rafael
como me duele lo que pasa mi tierra”.
-Pienso que tenemos que ser más
duros, él que no esté con nosotros está en nuestra
contra. Convencido de que era necesario ser más duro para enfrentar a los partidarios
del rey.
Pasaron los días y ya se van
conociendo el salvajismo que sufre su tierra asolada por hombres crueles que no
escatimaron esfuerzos para hacer pagar al pueblo sus ansias de libertad.
Bolívar en las noches de campamento
junto a su fiel “Nevado” meditaba en la manera de vengar tanta sangre derramada
por sus compatriotas. ¿Qué hacer? ¿Cómo actuar sin ser igual a Monteverde o a
Zuazola y convertirse en un asesino igual que ellos? No puedo olvidarme de la
caída de Puerto Cabello, si hubiera sido más duro y menos confiado no me
hubieran traicionado como lo hicieron”.
Pensaba Bolívar en los coloquios consigo mismo.

Los venezolanos que acompañaban a
Simón en la campaña habían dejado sus familiares en Venezuela y sabían que
muchos de ellos se encontraban sufriendo en carne propia todo el peso de las
injusticias unos siendo asesinados y otros estando prisioneros.
Era necesaria la respuesta del
caraqueño por los numerosos crímenes que venían cometiendo Monteverde, Francisco
Cervériz, Antonio Zuazola, Pascual Martínez, Lorenzo Fernández de la Hoz, José
Yánez, Francisco Rosete y algunos jefes
realistas después del derrumbe de I
República. Los asesinatos de los patriotas por parte de los jefes españoles llegó a
extremos tales de provocar el rechazo de personajes adictos a la causa
monárquica.
Simón
con su personalidad resuelta a toda prueba, tenía que mantener el
equilibrio emocional de sus tropas que se encontraban heridos en su amor
propios y deseosos de vengar las vejaciones echas a sus familiares y amigos. No
quería que su gente se convirtieran en salvajes y crueles vengadores.
El sacerdote trujillano espero al
Libertador en Timotes. Al verlo el cura se le acercó y le dio un fuerte abrazo.
CONTINUARA........
No hay comentarios:
Publicar un comentario