José Rosario Araujo
-Simón, si eres un carajito. Comentó
Rosario con una gran carcajada.
-Ni tanto, Antonio, ni tanto.
Respondió Bolívar riéndose.
-Por fin, estas aquí. Cuenta con
nosotros para continuar la guerra y liberarnos de estos carajos. Ya es
necesario que nos mandemos nosotros y no esos tipos venidos de España. Continuó
el sacerdote, ya en un tono más serio.

-Los realistas apresaron a Briceño y será pasado por las armas. Entera
Rosario al recién nombrado Libertador.
Habló el recién nombrado Libertador,
sabiendo la amistad que había unido a los dos trujillanos:
-Tenemos que castigar con mano dura,
no es posible que nos maten y torturen sin una respuesta contundente por parte
de nosotros.
-Simón, debemos tener en cuenta
el Convenio de Cartagena de Briceño.
Que significaba que los españoles y canarios
que no participasen activamente en favor de la independencia se les daría la
muerte, y que todos los americanos serían perdonados, incluso si cooperaban con
las autoridades españolas. No lograremos la libertad sino declaramos una guerra
sin cuartel. No es posible dejar prisioneros en el camino ya que no contamos
con tropas para que los custodien y sino corremos el riesgo de que se levanten,
atacándonos por la espalda. Le comentó Rosario a Bolívar con la confianza que
le había agarrado al caraqueño en su largo intercambio de carta como habían
tenido.
-El tocayo le escribió una carta a su
esposa en prisión, sabiendo que lo fusilarían,
en donde le decía que moriría
orgulloso por su participación a favor de la libertad, además le pidió perdón a
tu prima por las privaciones que le hizo pasar por haberse unido a esta lucha.
Le cuenta el sacerdote a Simón.
-Es lamentable, me imagino como estará
Lola de desconsolada. ¿Cuantos más han sufrido la barbarie de los partidarios
del rey? Ya llego la hora en que apretemos
la lucha y seamos más duros, a ellos no se les debe perdonar ni ser
indiferentes. Indica el Libertador con
rabia.
El padre Rosario y Bolívar continúan
conversando y se dirigen a la hacienda del sacerdote en donde el prelado
ayudaría a proveer de vituallas a las tropas libertadoras.
Cabalgan los dos hombres amantes de la
libertad en franca conversación, los unía la comunión de las ideas y Rosario
podía ser el padre de Simón y en esta cabalgata asimilaba con esa mente
permeable que tenía las ideas del cura rebelde en contra del imperio español.
El cura revolucionario le comenta a
Bolívar; desde su punto de vista, las
razones de la caída de la I República.
-Simón, el desorden, la indisciplina,
la entrega de Miranda en la capitulación en San Mateo.
-Estoy seguro que la Libertad de
Venezuela no se sellará sin una Guerra a
Muerte, porque la lucha por la libertad está llena de sangre, dice al caraqueño
el prelado.
El 13 de junio de 1813 el Libertador
pernocta en la casa de Carmania del sacerdote Francisco Antonio Rosario.
Las horas de la noche son aprovechadas
para conversar; Bolívar dialoga con el sacerdote, de mayos edad y con una vasta
experiencia con 52 años a cuestas, pero apasionado por la libertad del país
igual que el joven héroe que solo cuenta con 30 años y se dejara aconsejar por
la palabras sabias del presbítero.

-Sí; le responde al sacerdote Simón
pensativo, debemos dar una proclama para que los habitantes de estas tierras
sepan a qué hemos venido. Un decreto donde se establezca una diferencia entre
España y Venezuela y de esa manera podamos aislar los realistas del pueblo.
“Debemos responder a los que escudados bajo la bandera del rey de España
cometen atropellos y crímenes en contra de los venezolanos”.
-“Antonio; tuteaba Bolívar al
sacerdote por la gran confianza que se había creado entre los dos hombres a
pesar de la diferencia de edad; al tomar Venezuela debemos de crear un gobierno
fuerte, firme que actué con mano dura y que no sea débil como el de la Primera
República.”
Los dos hombres conversan, la casa de
La hacienda Carmania los cobija, el frío de la montaña se hace sentir, pero
quizás un poco menos de aquel frío merideño de los páramos que tuvieron que
atravesar los patriotas para llegar a donde ahora se encuentran.
El cura Rosario va poniendo al tanto a
Bolívar sobre los hechos acontecidos en Trujillo desde que el 10 de marzo de
1812 se produce el desembarco de Domingo Monteverde.
-Aquí nuestra hermandad que contaba
con una grupo superior a los 150 hombres que nos reuníamos en mi hacienda “La
Rosariera o en la hacienda de los
Briceño en el Cucharito con la represión que ejerció Manuel Gerardino conocido
como “El verdugo de Trujillo, tuvimos que reunirnos en cuevas para que de esta
forma no nos capturaran.
Siempre Bolívar acompañado por su fiel
perro y su cuidador Tinjaca que no se aparta del perrote Mucuchíes, también
José Palacios que acomoda el cuarto donde el padre Rosario ofreció para que
pasara la noche. A lo lejos cientos de fogatas alumbran el campamento de los
patriotas que se dirigen a libertar Venezuela, en este campamento los hombres
murmullan, comentan, están prestos ya
que saben que pronto un acontecimiento se producirá.
Su jefe los llevara al triunfo y está
dispuesto para que el éxito corone sus esfuerzos. Pasan las horas y Antonio
Rosario lleva a su huésped a su alojamiento, al llegar a esa bella habitación
de sabrosa cama en donde El Libertador descansara cómodamente después de mucho
tiempo cobijado por las estrellas y durmiendo en el duro suelo, el sacerdote le muestra un baúl de madera,
hermosamente pulido y con la voz cortada por la emoción le dice al jefe de los
ejércitos patriotas:
-Toma, Simón, este es un humilde
obsequio de mi parte para la causa. Sé que lo necesitaras, la libertad debe
triunfar y debes de ser duro como el acero. Necesitas recursos para derrotar a
esa bestia llamada Domingo Monteverde…….
-Gracias Antonio, se te agradece, me
da mucha pena, pero se tu manera de pensar y tu odio en contra de la tiranía,
esto es lo que se esperaba de ti. Tu amistad, tus consejos y ahora esto,
sinceramente no sé cómo agradecértelo.” Le manifiesta el Libertador al Padre Rosario.
Rosario le cuenta a Bolívar la
detención de los hermanos de Briceño;
Pedro Fermín, Francisco Javier y Domingo; como son enviados a Puerto Rico. Lo que no
sabía el prelado trujillano que ya los duros combatientes trujillanos, dignos
hermanos del “Diablo” se fugarían de la prisión un día después, día en donde
también moriría fusilado su hermano.
-Te dejo para que descanses y tengas
la mente clara para tomar las más sabias decisiones en esta dura campaña que se
te acerca. Todavía te falta mucho para llegar a Caracas. Termina de hablar el
clérigo con el héroe.
El sacerdote sale y deja a Bolívar en
el cuarto, el caraqueño se sienta en la mecedora y sin sueño piensa, recuerda
todo lo vivido desde aquel día en que pronuncio aquel discurso ante el congreso
y dijo: “…es que trescientos años no bastan” cuando los diputados conformistas
abogaban por un separación de España poco a poco, a su mente llegaban las
discusiones con Miranda cuando este no le daba el mando que el merecía.
Recordaba como si fuera ayer los
pormenores de su fracaso en Puerto Cabello, sentía todavía un dolor en su pecho
y una rabia sorda al recordar cómo fue esa traición y después aquel mudo
reproche de Miranda.
Le dolía acordarse de cuando su amigo
español Iturbe lo llevo ante Monteverde para pedir un salvoconducto para salir
del país, así viviera mil años nunca olvidaría la humillación que le hizo el
jefe realista. Evocaba su llegada a la Nueva Granada, sus setenta hombres que
fieles a él lo siguieron, convirtiéndolos en aguerridos combatientes y muchos
de ellos se encontraban durmiendo en las afuera de la Hacienda dispuestos a
seguirlo a donde fuera.
Ellos confiaban en él y debía
llevarlos al triunfo. Simón esa noche sabía que haría lo que estuviera en sus
manos para lograr la libertad de la Patria y no fracasaría.
Pero tenía la certeza de que no se
podía pelear con unos salvajes como Monteverde y sus hombres con normas de
caballerosidad y decencia. Esto mis amigos debieron de ser los pensamientos de
Bolívar aquella noche. No podía defraudar a Padre Rosario que tan generosamente
lo había ayudado. Los informes que le llegaban eran aterradores, debía de
fortalecer al ejército patriota con más hombres y recursos.
Aquí en Trujillo los jóvenes huían para no ser
reclutados, los españoles habían planteado la lucha por la defensa del Rey y el
odio a los patriotas porque decían que eran ateos, rebeldes.
Esa noche Bolívar ideó El Decreto de Guerra a Muerte, sabía que con
esto haría estremecer el suelo patrio, pero lograría hacer temblar al enemigo.
La guerra a muerte que ya practicaban los españoles debía de ser también
declarada por los patriotas. Bolívar se levanta de la mecedora y camina
alrededor del cuarto piensa, medita, recuerda las palabras del padre Rosario:
-“Simón no debemos de ser clementes
con ellos, los españoles no lo serán con nosotros recuerda lo que te paso en
Puerto Cabello. Combátelos con crueldad
hazles pagar lo que hacen contra tu gente. Briceño tenía razón; hay que hacer
que nos teman”.
Después de unas horas y ya bien
entrada la noche El Libertador Simón Bolívar se acuesta para tener un dormir
inquieto ligero y levantándose al otro día con la mente clara y dando forma a
una proclama que piensa redactar a su llegada a la ciudad de Trujillo.

Inquieto, preocupado, nervioso igual
que la noche anterior en la casa de su amigo el sacerdote Rosario, camina por
el cuarto, se sienta en una silla embutidos en los mismos pensamientos que lo
inquietaron la noche de ayer y todo el día de hoy.
-“Tenemos que definir la lucha, de
cobrar agravios, hay que vencer o morir, Antonio me lo repitió ayer varias
veces y al despedirnos me dijo: Simón hazle honor a ese apodo de
Libertador, haz que los realistas nos
teman y respeten.”
Las palabras del padre Rosario no se
le apartaban de su mente y anoche al meditar le llegó una proclama que tenía
que dictar a sus tropas y a los venezolanos.
Son las tres de la mañana camina
incansablemente por su habitación, sale de ella y llama a Briceño Méndez:
-“¡Pedro, Pedro, ven por favor!”
Paseándose de un extremo a otro de la
sala empieza a dictar: Venezolanos: un ejército de hermanos… ha venido a
libertaros y ya lo tenéis entre vosotros”
Briceño Méndez escribe ya está
acostumbrado a ser levantado por las noches para escribir una carta o una
proclama pero ahora sabe que lo que escribe cambiara la guerra y esta decisión
será trascendente.
Bolívar continúa:
- “…No hemos podido con ver
indiferencia la aflicción que os hacían experimentar los bárbaros españoles que
os han aniquilado con la rapiña y os han destruido con la muerte.”
El Libertador habla con voz pausada
pero grave, sabe que esta decisión trae el triunfo o la derrota para la causa
de la libertad.
-“Que desaparezcan para siempre del
suelo colombiano los monstruos que lo infectan…..Que su escarmiento sea igual a
la enormidad de su perfidia…”Bolívar hace una pausa y mira a la puerta
sorprendido al ver llegar a varios de sus oficiales que al escuchar el ruido de
la voz de su jefe se levantan y sospechando desde ayer que ocurrirá un
acontecimiento importantísimo no quieren perderse de aquella proclama que dicta
su Brigadier, a pesar del momento de tensión nadie fuma, el General no lo
permite en su presencia.
-“A pesar de nuestros justos
resentimientos contra los inicuos españoles, nuestro magnánimo corazón se digna
aún brindarles por última vez una vía a la reconciliación y a la amistad…
todavía se les invita a vivir pacíficamente entre nosotros….”Se levanta y con
voz dura imponente y con un tono más fuerte exclama: “Españoles y canarios:
contad con la muerte aun siendo indiferentes. Americanos contad con la vida aun
cuando seáis culpables”
Los habitantes de Venezuela han quedado divididos en españoles y
americanos y los primeros se dividirían en los que sigan con el rey y los que ayuden
a la independencia.
Después de lo fuerte de su voz
concluye cansadamente sentándose en el humilde catre:
-“Cuartel general de Trujillo 15 de
junio de 1813. Simón Bolívar.
Ya la decisión ha sido tomada y los
dos bandos serán irreconciliables, serán divididos por una mar de cadáveres,
esta guerra a muerte durará siete años.
Al cumplirse una semana del famosos
decreto Urdaneta informaba al Libertador que las tropas de realistas que
infestaban a Trujillo habían sido exterminadas. Los españoles tomados presos
por Girardot fueron fusilados.
La guerra seria feroz y mucho camino
quedaría por recorrer en la lucha por la libertad.
A partir de este momento esto no sería
una guerra internacional, sería una guerra civil que se daría entre hermanos.
Serían los españoles lo que suscitaron esta decisión tan dura.
De esta manera Bolívar estaba
restableciendo la unidad americana que sería tan necesaria en los próximos años
en la lucha por la liberación en contra del imperio español.
Si El Libertador no toma la decisión
de la “Guerra a Muerte” la guerra se hubiera prolongado y las fuerzas patriotas
hubieran sido derrotadas.
Simón Bolívar un día diría:
“Para ganar cuatro insurgentes, que
nos ayudaran a liberarnos, fue necesario declarar esta guerra a muerte”.
El guerrero americano también
manifestaba: “Yo he decidido emprender esta guerra a muerte para quitar a los
tiranos la incomparable ventaja que su sistema de destrucción les ha otorgado”.
Quizás esta guerra a muerte fue
necesaria y de ella dependía la independencia americana para demostrar que si
los españoles querían exterminar a los españoles, el deber de los libertadores
era salvarlos.
Si la fuerza del imperio español no
hubiera sido quebrada por la violencia de la lucha liberación, la lucha por la
independencia hubiera sido más larga y no menos cruel. Por esto el decreto
tiene bastante justificativo.
Con la liberación de las provincias
fronterizas de Trujillo y Mérida, la misión del Libertador estaba terminada,
pero el entendía que si obedecía al Congreso que le había otorgado el permiso
de liberar solo esa dos provincias, él y sus tropas estarían perdidos y
Venezuela no alcanzaría su libertad.
-Debo dirigir una carta al Congreso
pensó Bolívar.
Escribió lo siguiente:
“Más que nunca, debemos actuar con
rapidez y fuerza. Si permanecemos pasivos o retrocedemos, todo estará perdido y
yo no seré responsable de nada. Por favor comprendan que todas las tropas de
Nueva Granada, no importa bajo qué mando, han sufrido muchos reveses, y que
sólo el ejercito que tengo el honor de mandar no ha sufrido daños. La fortuna
ha querido coronar nuestros esfuerzos y ha decidido protegernos. No agotemos su
benevolencia”.
El caraqueño tomó la decisión de no
obedecer las órdenes del Congreso y siguió avanzando arrollando a los
realistas. Se dirige a Barinas y
Monteverde ordena atacarlo y en Niquitao se enfrentan los dos ejércitos.
Al amanecer del día 2 de julio los
patriotas avanzan hacia los españoles, a las 9 de la mañana observa José Félix Ribas el dispositivo de defensa de las tropas
enemigas.
Al estar a los 100 metros el jefe
patriota ordena a sus soldados del el centro que eran comandados por Urdaneta
que abrieran fuego contra las posiciones enemigas.
Cosa que realizo el marabino por espacio
de una hora, luego recibe la orden de romper la línea central del enemigo con
un grueso importante de su tropa. Otro grupo de patriotas comandados por el
capitán José María Ortega realizan otro ataque en contra del ala derecha del
enemigo.
El enemigo abandona su posición por la
embestida de los patriotas para así obtener mejor posición en una altura más
importante.
El ataque patriota sigue por tres
horas más pero sin ningún resultado aparente sino la toma de algunas posiciones
sin importancia.
De pronto Ribas ordena a su caballería
que marche por el camino real y toca a “degüello” es decir a la carga para que
embistan la retaguardia enemiga.
Los españoles son derrotados y se
fugan desordenadamente. Los patriotas obtienen con esta derrota realista 445 prisioneros,
450 fusiles, 60 sables, 160 tiros de cañón, gran cantidad de municiones. La
derrota española fue tan grande que Martí escapo con solo seis compañeros.
Esta fue la primera de la batallas
ganadas por el Coronel; en ese tiempo; José Félix Ribas acompañado por otros
bravos patriotas como el Mayor Rafael Urdaneta, los Capitanes Campo Elías y
José María Ortega.
Las fuerzas patriotas en esta acción
realizaron dos hechos relevantes y fueron la marcha realizada por esta tropas y
la maniobra para derrotar a los españoles en sus posiciones.
Después de esta acción los patriotas
siguen en marcha para conquistar la capital de Venezuela, pero por desgracia
todavía está lejos la completa libertad de Venezuela. Mucha sangre será
derramada y la caída de la II República será una de las etapas más negras de la
historia venezolana.
FIN
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