José Rosario
Araujo
Si, una vez conocí un ángel. La
conocí en mi transitar por el Liceo Rafael Rangel, los mejores años de mi vida
y creo de muchos de los que leen este escrito. Fui un privilegiado a toparme
con Zoraida Hernández
Los que estudiamos en este liceo
valerano, recordamos a este inigualable
ser humano con gran amor y alegría, ya
que si algo derrochó la profesora
Zoraida fue cariño y dedicación a todos los alumnos de esa casa de estudios y a
las personas que conoció.
Recuerdo la coordinación de asuntos
especiales, que ella dirigió en esa instancia educativa en donde siempre nos
reuníamos sus discípulos.
Este ángel nos enseño el orgullo de
ser rangelianos.
A Zoraida Hernández la conocí al llegar al
Liceo y como hoy, recuerdo que se me
acerco a los meses y me dijo con preocupación al verme metido en protestas: “Te
he visto participar en actos de rebeldía. ¿Tu familia está de acuerdo?
Ella como siempre preocupándose por
sus alumnos y fuimos testigos cuantas veces se enfrentó a la violenta represión
policial de esos tiempos para proteger a sus alumnos.
¡Qué gran ser fue! ¡No parecía
humana! Tan lejos de la prepotencia de muchos de los docentes de la época, tan
retirada del egoísmo, del ego, siempre presta a derramar amor en sus alumnos.
¡Cómo te hacía sentir importante!
Cuando se dirigía a sus alumnos en alguna actividad parecía que te hablase
individualmente.
Siempre se preocupaba por nosotros,
siendo una gran amiga que por mucho que vivamos será difícil olvidarla.
En estos días fui invitado a una
celebración de un año más del Liceo Rafael Rangel y a pesar de los años que han
pasado desde su fallecimiento su presencia se encuentra tan fuerte en esa
institución.
Yo le debo mucho a ella, le debo a mi
hijo Luis Eduardo. Ya que cuando un
ginecólogo me advirtió que el embrión estaba muerto y querer practicar
un aborto, ella con su ternura me enseño a luchar por esta vida de solamente 15
días de gestada que es ahora un adolescente de 13 años.
Todos los días Zoraida fue a mi casa
y rezo por la vida de mi hijo todos los días cumpliendo los ritos Mahikari.
Donde quiera que este amiga mía, gracias por haber sido tú, por haber sido
Zoraida Hernández, aquel ángel que yo conocí.
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