JOVENES SERENATEROS DE ESTOS TIEMPOS |
Evocando
nuestros recuerdos
José
Rosario Araujo
Para
muchos al leer este articulo les llegaran a sus mentes muchos
recuerdos que quizás vivieron en las calles de Valera afuera de una
ventana de una casa llevándole canciones a una hermosa dama y
muchas veces solamente acompañados por los familiares de ella, ya
que la Dulcinea estaba profundamente dormida.
Infinidad
de veces nos paso cuando salimos como buenos Don Quijotes con la
Cruzada de agradar a una fémina que nos estaba quitando el sueño
y ganarnos a su familia.
Con mis
amigos que nos apodábamos Los Empinacodos, nunca falto un buen
repertorio de canciones para llevarles a nuestros adorados tormentos.
Con la
guitarras de los amigos Leandro Canelón, Rafael Baptista y David
Cestari, además de las voces; quizás no muy “melodieras” de
Wilmer Viloria, Quique Viloria, Ernesto Vergara, Lucho Muñoz,
Gabriel y Wilmer Avendaño, Javier Viloria, Rafael Añez, Miguel
Valero y mi persona, empezábamos a a ensayar en las cercanías del
edificio Los Pinos, situado en la Calle 16 con la Av. Bolívar, con
la intención de hacer nuestro recorrido serenatero.
Esos
ensayos los realizábamos los fines de semana, quizás no muy bien
vistos por los vecinos que no entendieron nuestras “Venas
Artísticas”, que hasta llegaron a denunciarnos en Radio Turismo
que quedaba a menos de media cuadra, como malvivientes que no los
dejábamos dormir.
Pero
eso y las visitas a veces de la policía no nos impidió seguir con
las serenatas , cosa que hicimos por años de nuestra primera
juventud llevando canciones a nuestras novias, enamoradas y hasta
nuestras madres, que nunca les faltaron su respectivas serenatas del
Día de las Madres
Eran
tiempos muy sanos, no existían muchos peligros y como éramos muchos
pues no corríamos riesgo.
Seguramente
no éramos los únicos que realizábamos esta actividad, ya que se
tenía por costumbre en la ciudad este tipo de actividad, en donde
no había que pedirle permiso a la Prefectura como en otras partes.
Canciones
de Camilo Sexto, boleros famosos, baladas de cantantes de moda,
música venezolana de rondallas y hasta rancheras eran parte del
repertorio que llevábamos a las enamoradas, por supuesto con su
respectivo ensayo en la esquina del edificio Los Pinos.
Rafael
Baptista con su voz de tenor dirigía la música mexicana y yo me
encargaba de realizar el famoso grito ranchero y luego acompañada la
serenata con la risa de guacharaca del desaparecido amigo Ernesto
Vergara, produciendo grandes carcajadas en los oyentes.
Nunca
fuimos mal recibidos en ninguno de los hogares en donde llegábamos
con nuestras canciones, al contrario. Recuerdo especialmente en una
residencia de señoritas en la cual yo era asiduo visitante
serenatero a pesar de la rigidez de sus dueñas, que siempre tuvieron
la amabilidad de permitirnos derramar “nuestras dotes artísticas”.
De la
misma forma, de muy buena manera, éramos recibidos por el Sr. Rubén
Valero y su esposa Hilda de Valero cuando llevábamos una serenata a
su hija Rosario por quien luego fue su esposo Leandro Canelón.
Hasta
apoyo recibíamos desde Caracas cuando venia un enamorado que tenía
mi hermana y se nos pegaba en las serenatas para ver si mi hermana le
daba el “si” tan esperado, que nunca llego y que a pesar de los
años transcurridos recuerdo con aprecio.
Mi
malogrado cuñado, tenía que ser apoyado por “Los Empinacodos”
haciendo honor a nuestro apodo desde el mismo bar-restaurant del
hotel en donde él se quedaba, en donde comenzamos a planear hasta el
ensayo de la próxima serenata.
Evoco
cuando mi hermana sufrió una operación y como por varios días con
el “posible cuñado” a cuesta fue atacada por nuestra serenatas.
Estoy
seguro que para muchos de ustedes este relato abre la puerta a muchos
de sus recuerdos en las páginas de las serenatas de aquella Valera
que conocimos y que fue tan sabrosa. Para muchos jóvenes estos
recuerdos nuestros serán extraños de esa época donde no
necesitábamos de la tecnología para disfrutar y que solo contamos
con un corazón dispuesto a ser felices y disfrutar sanamente de ser
jóvenes.
¡Honor
a esos tiempos idos!
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