He sido seguidor de los libros del excelente médico e historiador José León Tapia y en sus páginas he conocido la historia del estado Barinas con libros como “Por Aquí paso Zamora”, Maisanta, el Ultimo hombre a Caballo”, “La Música de las Charnelas”, “Ezequiel Zamora, a la Espera del Amanecer”, “Tierra de Marqueses”, “Bajo el Sol de los Siglos”, “En el País de la Memoria”, “La Saga de los Pulido” entre otros, contada de una manera bastante amena e interesante.
Entre los personajes más pintorescos que describe Tapia tenemos a José Ignacio Pumar que fue conocido como el Marqués de Boconó y Vizconde del Pumar, título que le había otorgado el Rey Carlos III de España.
La leyenda y el mito rodearían la vida de este personaje barinés, que la realidad y la fantasía se
entremezclan, dándole un gran colorido a este
mantuano de Barinas.
Se llegó a decir que José Ignacio Pumar había comprado este título de Marques con cincuenta cofres de oro, ya que le sobraba el dinero ya que podía vender cuatro mil reses de cualquiera de sus vaquerías de su hato llamado San Fernando sin que apenas se notase la diferencia.
Pumar había represado las aguas de Caño Negro, logrando crear una laguna tan profunda que en su centro tenía una alta palmera que era cubierta por las aguas. Esa obra media una legua de larga y duró cinco años su construcción, en donde trabajaron cinco mil personas que cargaban tierra que iba a ser apisonadas con los pies. La ciénaga fue conocida como la del Encanto, que rápidamente se pobló de mitos y leyendas las cuales son tan dados los llaneros.
Cuenta Tapia en su libro “Bajo el Sol de los Siglos” que ese dique
estaba lleno de peces de colores, grandes caimanes que eran alimentados por
venados que el Marqués mandaba a capturar y que disfrutaba viendo como los
grandes saurios cazaban a los animales.
La leyenda cuenta que Pumar sepultó en su centro a unos esclavos; hombre y mujer; un caballo y una yegua y un toro con una vaca, para de esta manera quedara protegida la obra de cualquier maleficio.
Completaba la leyenda del dique con la creencia que una guacamaya de
siete colores que se posaba en el chaguaramo era un ave encantada, que
significaba buena suerte.
Para la gente, el Marqués de Boconó tenía un pacto con el diablo para
lograr su gran riqueza. Por sus siembras de añil y de tabaco, que eran
transportadas por quinientos arreos de mulas que cuentan que una vez de gran
sequía Pumar trajo cien camellos de África para transportar el tabaco que
exportaba en envases de porcelana llamados “Varinas”.
Se decía en esos tiempos que su sembrado de añil era tan grande que se podría colorear de azul toda la sabana barinesa y con el tabaco se podría cubrir de humo toda la llanura.
La historia cuenta que gasto 20 cofres de oro para combatir la rebelión
de Los Comuneros y aplicó torturas a los
insurgentes, cortándoles las orejas a los que no fusilo, no salvándose ni su
propio cuñado.
Para lo largos viajes usaba una mula; que la tradición barinesa; le hizo crecer un cuerno en la mitad de la
frente y que amarraba cada vez que se
apeaba. La mula lo hacía recorrer grandes distancias entre su hato de San
Fernando y la población de Barinas antes que se le acabase el tabaco que
prendía al salir.
Colaboró con Bolívar; cuando paso
en la Campaña Admirable; con caballos para su Guardia de Honor, rucios
mosqueados con gualdrapas de piel de tigre.
“José Ignacio del Pumar, caballero de la Real Orden de Carlos III, Marqués de las Riberas de Boconó y Masparro y Vizconde del Pumar, no rectifica después de haber tomado una decisión porque nació con una sola palabra que si compromete, tiene que cumplirse. ¡Carajo!
A la misma hora de su muerte se produjo un huracán que desbastaron las sabanas
de San Fernando que arrancó arboles con su raíz, tembló la tierra
asustando hombres y animales que huían despavoridos.
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